Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
domingo, 21 de octubre de 2018
Religión, guerra y crimen de honor-MARICEL MENA LÓPEZ
En doce pedazos cortó el marido a su concubina, y envió las partes de su cuerpo a cada una de las tribus de Israel. “El pueblo de Israel, alarmado, asqueado, confundido, deseoso de guerrear también contra la tribu más grande y poderosa, la de Benjamín”, se une para arrasar a los Benjaminitas, que resistieron por tres días en Guibea. 22 mil israelitas murieron en Guibea a manos de los Benjaminitas en el primer combate (20,22) y 18 mil en el segundo (20, 25). Al tercer día los israelitas matan 25.100 benjaminitas en el primer combate, 25 mil en el segundo. Luego el pueblo de Israel, siguiendo las órdenes de Yahvé su Dios, arremeten sobre las demás ciudades Benjaminitas matando a espada a hombres, mujeres, bestias, a todo lo vivo que fue hallado, y pusieron fuego a todas las ciudades, a las aldeas, a los árboles y a los rebaños. En esta escena de horror, es de suponer que los asesinatos de las mujeres embarazadas eran brutales tal como lo vemos en 2 Re 8,12; 15,16; Os 14,1; Am 1,12; Is 13,16; Jr 8,10. “Los bebes también eran asesinados (2Rs 8,12; Is 13,16; Os 10,14), este tipo de perdidas marcaron la realidad femenina durante muchos años (cf. Is 4,1)”59. Una tribu fue arrasada casi por completo; el pueblo hebreo, rodeado de enemigos, había luchado internamente y se había debilitado. Entonces Israel se dio cuenta de lo que le habían hecho a una de sus propias tribus. Y pretendiendo salvar a esta tribu de su extinción ya que las mujeres de los sobrevivientes estaban muertas, se proponen encontrar mujeres para los benjaminitas.
Pero había una ciudad israelita que no había respondido al llamado a las armas, Yabes de Galaad. Masacraron esta ciudad y tomaron las vírgenes para Benjamín. Todos los demás hombres, mujeres y niños, fueron asesinados. Pero estas vírgenes israelitas entregadas para la violación y el matrimonio eran demasiado pocas. Necesitaban más. “De modo que surgió el problema de conseguir más mujeres para violarlas o casarse con ellas”. Entonces el consejo de ancianos, es decir lo más puro y preciado del pueblo de Israel, su autoridad política y moral, aconseja a los benjaminitas robarse a las vírgenes de Silo, una aldea israelita, pese al juramento hecho de no usar a sus propias hijas para Benjamín (21,1), durante la danza de las vírgenes, de esta manera, los israelitas no habrían roto su voto contra dar sus hijas para Benjamín. Así, la tribu de Benjamín que había sido diezmada y masacrada por el crimen de la pandilla que había violado a la mujer del levita, es estimulada y le es permitido violar y apropiarse de las hijas vírgenes de los israelitas que habían vengado a la concubina. Y son estimulados sobre el pretexto de la procreación. Sólo aquí trata la Biblia de la violación reproductiva, fuese la reproducción intencional o no. No hay noticias de hijos nacidos de la violación de Dina o Tamar (Gén 34, 2 Sam 13), ni sobre una ley que trate el tema. Sólo en la narración de Jueces, Israel se hunde tan bajo, a tal punto de utilizar el recurso de la violación para reabastecer de niños a una tribu.
Estas mujeres, consideradas vírgenes, fueron tomadas para ser usadas sexualmente por quienes las habían cautivado. A algunas, no a todas, les fue dado el estatus de esposa. Según Dt 21, 10-14, el captor deberá permitir a la cautiva un mes de luto para llorar la muerte de su padre y su madre, previamente antes de poseerla. Pero, dada la naturaleza de la narración en Jueces, sería dudoso que los benjaminitas hubiesen concedido un mes de luto por sus parientes perdidos a sus nuevas esposas.
Según Gallazzi y Rizzante, “Es lógico pensar que el santuario buscase modificar este texto en que, a partir del cuerpo de la mujer, violado y cortado por el levita, se denunciaban los abusos de un poder sagrado en las manos de un grupo dominante, situación que, en la mitad del siglo IV a.C, en la época del segundo templo, era mucho más evidente que en la época de los santuarios pre-monárquicos”. “El levita, que entregó su mujer a la violencia de los depravados, para salvar su propia vida, provocó, para vengar su honra, una violencia mucho más fuerte, generada y bendecida por el poder sagrado”. La venganza truculenta de la mujer violada exige la violación legalizada de más 400 mujeres en Yabes y el exterminio de muchas otras (Jc 21, 11), convierte la inevitable guerra santa en contra de quien la justificó con lo sagrado. Terrible, pero justa. Legitimada por Dios y por los ancianos de la comunidad, por toda la comunidad.
La memoria se abrevia, se esclerotiza, se pierde: la guerra santa de Yahvé contra el Faraón, para que un pueblo esclavizado pudiera tener la libertad y la tierra, se equipara a la venganza de la honra ofendida de un levita, no porque su mujer fuera violada (al fi n y al cabo, él fue que la entregó para eso), sino porque la mataron, se la quitaron, ya no podrá más ser el dueño/’adon de ella.
Es el consejo de ancianos que resuelve entregar doscientas jóvenes más, totalmente inocentes, de la misma tribu del levita —Silo se encuentra en Efraim— para el rapto, la violencia y la violación legalizada. Y justamente en el día de la fiesta de Yahvé: fiesta que conmemora las hazañas de un Dios que, debería estar al lado de los desprotegidos. Pero esta vez, todos serán incentivados para aceptar el hecho consumado. Todo eso, sin que todavía hubiese rey en Israel. Para tanta violencia bastaron el santuario, el levita y el sacerdote.
La guerra santa, justifi cada por la asamblea religiosa, alrededor del Arca y del sacerdote. Las mujeres y los extranjeros son las mayores víctimas tal como lo vemos hoy.
La guerra santa encubre, legitima, justifica la violencia y genocidio. Así quedamos presos dentro del círculo vicioso de una violencia que se repite constantemente, solo que se legitima en nombre de Dios.
Todo esto sucede en tiempos en que no había rey en Israel y todos hacían lo que consideraban justo a sus propios ojos. Aquí cabe preguntarse, qué pensaban las mujeres de Israel sobre esto. Por cierto, al autor de Jueces parece que esto no le preocupaba demasiado. Ambas historias que condenan a Israel antes de la época de los reyes, ilustran cuán bajo había caído Israel antes de Saúl y David. De esta manera, podemos descubrir fácilmente como estos textos se convierten no solo en una justificación, sino casi que en una incitación a la violación sexual de la mujer, por parte de los hombres.
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