Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
jueves, 15 de noviembre de 2018
Alusiones al nacimiento en Marcos y Juan -John Shelby SPONG
Aunque sólo Mateo y Lucas registran una tradición de la natividad, en otras partes de las escrituras cristianas también encontramos alusiones iluminadoras sobre los orígenes de Jesús. Ya hemos examinado lo que Pablo parece tener que decir al respecto, por muy ligero y negligible que sea. Pero antes de completar esta investigación bíblica quisiera revisar los otros dos evangelios, el de Marcos y el de Juan, en busca de pistas.
Al ser la primera obra (entre e165 y el 70 de la era cristiana), el evangelio de Marcos, aunque desprovisto de una tradición de la natividad, no se halla desprovisto de una narración sobre Jesús y su familia durante su vida adulta. La imagen que nos transmite Marcos sobre la relación entre Jesús y su familia es una imagen hostil. Jesús había estado en la región de Cafarnaúm, Tiro y Sidón. Había creado una cierta -agitación. Había desafiado la regla del ayuno. Había violado el sabbath al recoger grano de los campos por los que caminaba y permitir que sus discípulos lo comieran (2, 23 y ss.). Había anunciado que el sabbath se había instituido para el hombre (2, 27-28), y había procedido a demostrarlo en una sinagoga, durante un día de sabbath, al dedicarse a curar la maro paralizada de un hombre (3, 1-6). Luego, tras retirarse con sus discípulos, eligió a los doce para lanzar su movimiento, que algunos conocerían como Nuevo Israel.
A continuación, Jesús regresó a su casa de Nazaret (versículo 19) donde, por primera vez, una multitud le siguió y su familia trató de hacerse cargo de él (versículo 21), pues decían: «Está Fuera de sí» (versículo 21). Esa era la forma habitual de decir que alguien estaba loco. Estar fuera de sí significaba estar fuera de la propia mente, ser un esquizofrénico. Los escribas que bajaron desde Jerusalén confirmaron este diagnóstico al sugerir que se hallaba poseído por el demonio. Jesús se defendió contra esas acusaciones, sugiriendo que Satanás no podía expulsar a Satanás, añadiendo: «Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir» (versículo 25). Su casa, es decir, su familia, parecía estar ciertamente dividida. A continuación añadió: «Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte: entonces podrá saquear su casa» (versículo 27). ¿Podría tratarse aquí de una nota autobiográfica que su familia comprendería? ¿Fue José el hombre fuerte al que en otros tiempos se había atado mientras se saqueaba su casa, incluyendo a su desposada? ¿Por qué se situaba esta escena inmediatamente después del comentario de que su familia había acudido para hacerse cargo de él? Se trata de una pregunta interesante.
Luego, para fortalecer aún más el argumento. Jesús seguía hablando del pecado contra el Espíritu Santo. Afirmó que había que perdonar todos los pecados, excepto los cometidos contra el Espíritu Santo: «El que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno. Es que decían: "Está poseído por un espíritu inmundo"» (Marcos 3. 29-30). Un hijo ilegítimo, nacido fuera del matrimonio, tenía que ser maldito. Poseería el espíritu maligno del violador. Pero el Espíritu Santo había extendido el divino manto protector sobre la mujer violada, pronunciando que este niño sería santo, sería de Dios. El escándalo de la concepción había sido absorbido por María, que le respondió a Dios: «Hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1, 36). El escándalo de la cruz había sido absorbido por el niño surgido del vientre de María, que dijo: «No se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lucas 22, 42). En ambos casos la presencia de Dios en la persona de un ángel había situado bajo su protección la vida amenazada por el escándalo del rechazo. Un crucificado era proclamado hijo de Dios por el mensajero celestial, en el momento de la resurrección. ¿Podía ser que un hijo de la fornicación o la violación fuera proclamado hijo de Dios por otro mensajero celestial en el momento de su nacimiento? ¿Puso Marcos ese mensaje en labios de Jesús para afirmar que cualquiera que no viera en su vida la justificación del Espíritu de Dios estaba cometiendo un pecado imperdonable? Desde luego, hay preguntas e indicios que valen la pena tenerse en cuenta, tanto desde un punto de vista histórico como teológico.
La narrativa de Marcos continúa. Su madre y sus hermanos se quedaron fuera, al margen de la multitud, y le llamaron para que se acercara. Pero él rechazó ahora a su familia, que quizás había rechazado antes su pertenencia a un hogar dividido por sus orígenes cuestionables. «¿Quién es mi madre y mis hermanos?», respondió Jesús, y luego, mirando a los que le rodeaban, añadió: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (3, 32-35). Se trata de un pasaje notable, quizás mucho más revelador de las circunstancias del nacimiento de Jesús de lo que la Iglesia ha sido capaz de admitir o considerar.
Más adelante, en el capítulo seis, Marcos siguió destacando la distancia que había entre Jesús y su familia. Estaba claro que no le apoyaban, que no eran miembros de la familia de sus discípulos. Se describía al pueblo de Nazaret haciéndose preguntas acerca de sus orígenes. Se quedaron asombrados ante sus enseñanzas. ¿De dónde procedían su sabiduría y sus poderosas obras? «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» (Marcos 6, 3). Jesús respondió: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio» (versículo 4, cursivas añadidas). Luego llamó junto a sí a los doce (versículo 7).
Previamente, Jesús había afirmado que el parentesco no se basaba en lazos de sangre, y que la descendencia física no establecía diferencia alguna cuando se trataba de entrar en el Reino de Dios (Marcos 3. 32 y ss.). ¿Estaba diciendo ahora nuevamente que la ilegitimidad no importaba? Designar a Jesús como «hijo de María», como se hacía en este texto de Marcos, era bastante insólito. Marcos nunca mencionaba a José. Eso podía ser una alusión a la posibilidad, e incluso probabilidad de que Jesús fuera conocido en Nazaret como hijo ilegítimo. Un posterior principio legal judío consideraba a un hombre ilegítimo cuando se le llamaba por el nombre de su madre, aunque no hay pruebas de que ese principio estuviera actuando ya en el siglo I.
No cabe la menor duda de que este texto preocupó a la Iglesia primitiva, pues cambió sustancialmente cuando Mateo incorporó esta parte del evangelio de Marcos a su propio evangelio (Mateo 13, 53 y ss.). ¿Se habría hecho un cambio tan abierto y deliberado si no hubiera existido ninguna razón para ello? ¿Se trataba, en realidad, de una mancha en el carácter de Jesús? ¿Se había dejado de mencionar al padre porque era desconocido, o porque no se le conocía como el esposo de María? Al margen de cómo se contesten estas preguntas, lo cierto es que resultaba chocante llamar a Jesús hijo de María en un evangelio que no contiene una narración de la natividad. En el fondo de la narración de Marcos no existe tradición de nacimiento virginal capaz de suavizar este texto. ¿Es acaso una acusación de ilegitimidad que sólo Marcos se atrevió a incorporar en su historia? En tal caso Marcos expresó esta acusación de ilegitimidad despreciando a la madre y a los hermanos de Jesús. Sólo Marcos incluye a los miembros de la familia de Jesús como aquellos entre los que un profeta carecía de prestigio. El de Marcos fue el primer evangelio, precediendo al siguiente en unos quince o veinte años. Indudablemente, en este primer registro evangelista no se eliminó del todo la naturaleza posiblemente escandalosa del nacimiento de Jesús.
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