miércoles, 14 de noviembre de 2018

La historia de Lucas, segunda parte -John Shelby SPONG-6


La narrativa de la natividad se acerca ahora a su final. María y José lo habían hecho todo de acuerdo con la ley del Señor, así que regresaron a Galilea, «a su ciudad de Nazaret» (Lucas 2, 39). De Juan el Bautista se decía que «crecía y su espíritu se fortalecía». De Jesús se dijo que crecía y se fortalecía, «llenándose de sabiduría: y la gracia de Dios estaba sobre él» (Lucas 2, 40). Puesto que Jesús había sido concebido por el Espíritu, no podía crecer en el Espíritu.17 La narrativa parecía haber terminado. Sospecho que la representación original de Navidad terminaba aquí. Tanto Juan como Jesús habían pasado por la anunciación, el nacimiento, la circuncisión y el nombramiento. En cada uno de esos momentos se había afirmado la superioridad de Jesús sobre Juan. Había sido una representación dramática, pero Lucas aún deseaba añadir una historia, y así lo hizo, a pesar de que con ello creaba una cierta torpeza editorial.

La historia que añadió es bastante diferente al material del nacimiento, lo que ha dejado a los eruditos debatiendo sobre si fue algo independiente o formó parte del genio creativo de Lucas. En esta narrativa, a José se le llama padre de Jesús, y María se queda asombrada ante su hijo, un asombro que parecía extraño cuando todavía no había pasado tanto tiempo desde la anunciación. Esta historia también contiene menos semitismos de los que se encuentran en el resto de la narrativa de la natividad. Señala un desplazamiento desde una revelación sobre Jesús hasta una revelación de Jesús. Es la única historia existente en los evangelios que se propone penetrar en el período de la vida de Jesús que media entre su nacimiento y su bautismo, a menos que se sitúe en esa categoría la narración de Juan sobre la boda de Caná. En los evangelios no canónicos, sin embargo, aparecen muchas historias de este tipo. Todas ellas parecen ser ilustrativas del momento cristológico, que se acerca más y más a un período inicial en la vida de Jesús.

La visita del muchacho Jesús a Jerusalén se presentó como una ilustración de la piedad de María y José. Acudían «cada año» para celebrar la más importante de todas las fiestas judías. Habían sido obedientes a la ley en la circuncisión, la purificación, la presentación y, ahora, en la observancia de la Pascua en Jerusalén. La nota de que Jesús tuviera doce años ¿podría indicar también que el viaje fue diseñado para celebrar el proceso de maduración, que se llamaba bar mitzvah? ¿O se trataba más bien de un midrash basado en una historia extraída del Libro de Susana, en la que se habla de Daniel a la edad de doce años recibiendo el espíritu de comprensión? En cualquier caso, este episodio de la conciencia cristológica apareció cuando Jesús tuvo edad suficiente para expresarse; no esperó hasta que la voz celestial lo adoptó en el bautismo. Lo único que hizo esa voz fue revelar públicamente lo que él ya era. Como muchacho, ya fue capaz de inspirar maravilla y respeto. Las historias destinadas a revelar un asombroso conocimiento en la niñez también formaban parte de la tradición que rodeaba a Buda, Osiris, Ciro (el rey persa), Alejandro Magno y César Augusto. Josefo, el historiador judío, sugirió que el crecimiento de Moisés en cuanto a comprensión superaba con mucho su crecimiento en años.Así, Lucas atestiguó que, a la edad de doce años, Jesús ya era consciente de sus orígenes.

Lucas inició su evangelio en el templo, con la visión de Zacarías. Lo terminaría con los discípulos «siempre en el templo bendiciendo a Dios» (Lucas 24, 53). Como primer acto después del desfile del Domingo de Ramos, el Jesús adulto afirmaría que el templo es «la casa de mi Padre». En este episodio, Jesús reclamaría ese mismo templo en su infancia.

Ahora, la historia de la natividad en Lucas había quedado completada. Aquí tenemos la narración del origen del que había sido reconocido como Mesías y proclamado como el Señor en la exaltación de la Pascua. Esta narrativa también serviría muy bien a la Iglesia cuando trató de proteger la reputación de María de los insultos de quienes sugerían que Jesús era de nacimiento infame. Pero fue, antes que nada, un ejercicio en el midrash cristiano, una interpretación basada en textos que habían sido familiares en el pasado. Nunca tuvo la intención de que fuese una biografía. 

¿Es cierto? Si esa pregunta se refiere a la veracidad histórica literal de esta narrativa, la contestación es, desde luego, negativa. En realidad, espero haber dejado claro que la pregunta ni siquiera está bien planteada. No hubo nacimiento virginal biológicamente literal, ni superación milagrosa de la esterilidad en el nacimiento de Juan el Bautista, ni ángel Gabriel que se le apareciera a Zacarías o a María, ni Zacarías se quedó sordomudo, ni coros angélicos que poblaran los cielos para anunciar el nacimiento de Jesús a los pastores de las montañas, ni viaje a Belén, ni presentación o purificación en Jerusalén, ni historia del templo durante la infancia de Jesús. De hecho, y con toda probabilidad, Jesús nació en Nazaret de una forma muy normal, como hijo de María y de José. o bien fue un hijo ilegítimo que José justificó al reconocerlo como hijo propio. Lo único que puede afirmarse con seguridad es que los ecos del estatus de ilegitimidad parecen ser mucho más fuertes en el texto que la sugerencia de que Jesús era el hijo que José había, engendrado en María. 

Pero si al preguntar «¿es cierto?», se hace con la intención de investigar en el significado de la vida de Jesús que acepta símbolos, mitos e imaginación romántica, que rompen la limitación de las palabras humanas cuando se las emplea para extraer sentido racional del misterio de lo divino, entonces la respuesta es afirmativa. Sí, estas narrativas captan la verdad a los ojos de la fe; una verdad que la simple prosa no puede captar ni transmitir. La verdad tocó los corazones de los hombres y las mujeres de cada generación, y lo hizo con el poder de su propia comprensión interna. 

En este universo extraño y a menudo hostil, cuando los frágiles seres humanos contemplan la vastedad del espacio, y se preguntan si están solos, el mensaje de estas narrativas surge para proclamar que más allá de la finitud se encuentra la infinitud de Dios que nos abraza, y que ese Dios se nos ha acercado en la persona de Jesús. A través de esa vida divina, los seres humanos han recibido la justificación última de su valor. El cielo y la tierra se han conjuntado en un niño nacido en Belén. No, no estamos solos. No somos un simple accidente del proceso físico y estúpido de la evolución. Somos seres especiales, receptores del amor de Dios. Nuestra humanidad ha sido juzgada como un vehículo valioso en el que puede habitar el amor de Dios. El Espíritu Santo pende sobre cada uno de nosotros para ayudarnos en el proceso del Cristo que nace en nosotros. Así, también nosotros podemos cantar gloria a Dios en las alturas, y también podemos viajar a esos lugares que se convierten en un Belén para nosotros, aquellos lugares donde se experimenta a Dios morando en medio de nosotros e invitándonos a acudir a Él, rendirle culto y adorarle. 

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