El nacimiento del cristianismo fue un acontecimiento de la Pascua, no de la Navidad. El cristianismo
nació durante la Pascua. Antes de la Pascua, fuera la que fuese, no se habló de la divinidad de Jesús,
de conceptos sobre la encarnación, o de fórmulas trinitarias. Jesús era un judío de quien, tras su
muerte, se creyó de algún modo que había sido incluido en la misma vida de Dios. A la forma
mitológica de decir eso se le denominó exaltación. Dios había exaltado a Jesús situándolo a su
derecha. Fue esta comprensión de Jesús lo que produjo la historia de la exaltación. El grito extasiado
«Jesús es el Señor», inducido por la experiencia de la Pascua, se convirtió en el primer credo de la
Iglesia cristiana. Si se acepta la primacía del material Q como primera parte escrita de la tradición
evangélica, parece claro que el significado original de la Pascua fue la exaltación del judío Jesús, antes
que la posterior explicación que llegó a llamarse resurrección. Edward Schillebeeckx, erudito
holandés y católico-romano del Nuevo Testamento, deja bien claro este punto en su libro Jesús.
En apoyo de la primacía de la exaltación como explicación original de la Pascua encontramos
también en la epístola a los filipenses las palabras de alabanza sobre el Dios que se autovierte, y que
muchos eruditos consideran como un himno cristiano anterior que Pablo incorporó a su texto, en
lugar de crearlo. Ese himno ofrece pruebas que atestiguan la existencia de un kerigma anterior, pues
el único concepto de resurrección que menciona es la exaltación: «y reducido a la condición de
hombre se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual
también Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre».
Obsérvese primero que la fuente de la acción es Dios, no Jesús. En segundo lugar, no se hace la
menor referencia a la resurrección, tal y como hemos llegado a concebirla. El movimiento es desde
la muerte hacia la exaltación al cielo. El justo judío Jesús, condenado a muerte por las autoridades,
había sido reivindicado por Dios, que lo exaltaba para colocarlo en un lugar de honor, a su diestra.
La imagen real es operativa. Esta adopción de Jesús y todo lo que él significa en Dios, fue la primera forma original en que los fieles cristianos proclamaron la filiación divina de Jesús. Eso es
cristianismo primitivo.
«Adopción» es una palabra interesante. Habitualmente, se halla asociada con la infancia, no con el
estado adulto. La implicación de la adopción de Dios es que Jesús se convierte en Hijo de Dios
cuando se produce la adopción o exaltación. La filiación divina que se le adscribe a Jesús parece que
estuvo originalmente vinculada con la Pascua como el momento de la exaltación, antes que con el
nacimiento de Jesús y, desde luego, no lo estuvo con su concepción.
Cuando Pablo utilizó la palabra «resurrección» se estaba refiriendo a la acción de Dios, afirmando
que el significado de la vida de Jesús era el significado de Dios. Para Pablo, la resurrección nunca fue
un regreso a la vida aquí y ahora. El mensaje de Pablo es que la Pascua significó el momento en que
Jesús fue designado Hijo de Dios en el poder, de acuerdo con el Espíritu. Para Pablo, el Espíritu
hizo a Jesús Hijo de Dios, y eso no ocurrió en la concepción, sino en la Pascua (Romanos 1, 4).
En un sermón atribuido a Pablo y registrado en Hechos 13, que también puede reflejar una tradición
anterior, se describía de nuevo la resurrección en términos simbólicos en el momento de la
entronización de Jesús a la diestra de Dios. A este acontecimiento de la resurrección/ascensión se
aplicó el salmo de la coronación davídica. Pero las palabras fueron las propias de un nacimiento:
«Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy» (Hechos 13, 33). Ese mismo orden teológico se
conservó en una contestación al Sumo Sacerdote atribuida a Pedro y registrada en el quinto capítulo
de los Hechos: «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte
colgándole en un madero. A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador» (Hechos
5, 30-31). Obsérvese una vez más que el movimiento es desde la muerte hasta la ascensión a Dios,
que se definía fundamentalmente como una exaltación al cielo, antes que como una resurrección a la
vida.
En el lenguaje original de la exaltación propio de la Pascua, Dios era el poder activo y Jesús el
receptor pasivo de ese poder. Dios elevó al Jesús crucificado a un lugar celestial. «Dios elevó a Jesús
de entre los muertos» fue el lenguaje original de la exaltación, no de la resurrección. La elevación de
Jesús fue una demostración del poder de Dios, no de Jesús. El tiempo pasivo es claramente original.
Dios lo elevó. Eso significa que, al principio, la resurrección/ascensión fue un acontecimiento
singular cuya esencia se captaba mejor con la palabra «exaltación». Esta comprensión constituyó la
primera capa del proceso racional del pensamiento teológico sobre Jesús, el Cristo. Se hallaba ya a
un paso de distancia de la intensidad de lo que podríamos denominar como la experiencia pascual
del Cristo.
Sin embargo, a medida que se fue contando una y otra vez la historia de la exaltación, la acción de
Dios elevando a Jesús empezó a expresarse en los términos activos de Jesús levantándose a sí mismo
del sepulcro. Luego, casi de una forma inevitable, la exaltación tuvo que dividirse en dos
acontecimientos. Jesús levantándose de entre los muertos, en un sentido activo, se transformó en la
resurrección, mientras que Dios exaltando a Jesús a los cielos, en un tiempo pasivo, se transformó
en la ascensión. Lo que antes había sido una sola proclamación se transformó con el tiempo en dos
narraciones distintas.
Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
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