lunes, 5 de noviembre de 2018

El Jesús de Mateo -John Shelby SPONG-5


En este caso, como en la mayoría de las veces que utiliza fuentes escritas judía, Mateo se ve influido por la tradición del midrash. Más tarde, a lo largo de la historia cristiana, se asumió que las escrituras hebreas utilizadas para interpretar el Cristo eran, de hecho, textos proféticos escritos muchos años antes de que se produjera el acontecimiento, para predecir sucesos bastante literales en la vida de Jesús. Un evangelista de la televisión ha afirmado que quedó convencido de la veracidad del cristianismo gracias a las «profecías cumplidas» del Antiguo Testamento. Sin embargo, en cuanto nos alejamos de la tradición del midrash y empezamos a examinar estos textos a la luz de su historia original o de los acontecimientos a los que los aplican los evangelistas, se nos hacen mucho menos edificantes y, de hecho, llegan a rozar el absurdo.

Este alejamiento de la tradición del midrash, y la ignorancia de la misma, fue bastante habitual entre los primeros Padres de la Iglesia de los siglos u y in. Ninguno de ellos era judío y, por lo tanto, no estaban familiarizados con la tradición del midrash. Sin embargo, en sus polémicas contra los judíos, sacaron de contexto las escrituras judías y utilizaron su texto literalizado como arma arrojadiza. Fue un verdadero giro extraño e irónico de la historia el observar a los cristianos gentiles golpear a los judíos con la porra de su propio libro sagrado. Un erudito judío se levantó para protestar contra el mal uso de su texto sagrado. Se llamaba Trifo y no ha llegado hasta nosotros ninguna copia intacta de su texto. Lo conocemos sólo a partir de la respuesta de un maestro cristiano llamado Justino, que escribió una obra titulada Diálogo con Trifo.En la actualidad, los académicos modernos han desechado esta visión literalizada de las «profecías sobre Cristo» del Antiguo Testamento. Finalmente, y a título póstumo, Trifo ha sido declarado como ganador de la discusión con Justino, un hecho que sin lugar a dudas habría sorprendido a este mártir cristiano primitivo. 

En cierto sentido, fue el propio Mateo quien inició el proceso de dirigir la tradición del midrash hacia la interpretación literalizada. Probablemente, no pudo imaginar hasta dónde llevaría esta tendencia el liderazgo cristiano a lo largo de los siglos siguientes. La ilustración más evidente de esta tendencia en Mateo quizá sea el uso que hace del texto de la «virgen» de Isaías (7, 14) para apuntalar o crear su narrativa de la natividad de Jesús. Como quiera que este texto mal utilizado sigue teniendo una gran influencia en los debates sobre cuestiones doctrinales en la Iglesia actual, vale la pena hacer un estudio serio de él y ofrecer una explicación. 

Si se lee Isaías 7, 14 en el contexto de la historia de Isaías, el hecho inicial y más evidente que debemos registrar es que Isaías no se estaba refiriendo a la concepción virginal de Jesús cuando escribió su obra. Estaba preocupado por comunicar el desafío de Dios a la propia época en que escribió, y no por predecir el curso futuro de los acontecimientos. En segundo lugar, y mucho más dañino para el punto de vista literalista, debemos afirmar que el concepto de virginidad sólo existió en el texto de la traducción griega del hebreo. La virginidad no se hallaba presente en el original hebreo. En 1952, cuando se publicó la versión estándar revisada de la Biblia, sus traductores transmitieron correctamente el párrafo de Isaías 7, 14 a partir del texto hebreo, que decía: «Sabed que una mujer joven concebirá», mientras que tradujeron Mateo 1, 23 por: «Sabed que una virgen concebirá». No es que los traductores fueran inconsecuentes, sino que se limitaban a traducir con exactitud el texto que tenían ante ellos: el hebreo en el texto original de Isaías, el griego en el texto original de Mateo. La palabra hebrea utilizada en Isaías 7, 14 es 'almah, que significa «mujer joven», al margen de que esté casada o no. La palabra hebrea para virgen es betulah. Se trata de una palabra utilizada más de cincuenta veces en las escrituras hebreas, y es la única que se emplea en ellas para designar a una mujer virgen. En cuanto a 'almah, aparece otras nueve veces en las escrituras hebreas, y en ninguna de esas ocasiones significa virgen. Los traductores de la Septuaginta, sin embargo, tradujeron 'almah mediante la palabra griega parthenos, que significa «virgen». Así pues, sólo los traductores introdujeron en este texto de Isaías la connotación de virginidad, y fue precisamente esta connotación, no existente en el texto original, la que Mateo convirtió en la piedra clave de su uso de este texto.

A lo largo de los años, los autodenominados defensores de la fe que incluyeron el nacimiento de mujer virgen como un artículo crucial de fe, nunca examinaron ni ese elemento de este texto, ni siquiera el otro contexto del pasaje de Isaías. Al defender el dogma del nacimiento de mujer virgen, con lo que creían estar defendiendo la divinidad de Jesús y la doctrina de la encarnación, se vieron obligados a dejar de lado cualquier otra consideración y, en consecuencia, a apartarlas de su mente.

Sin embargo, el más superficial examen del capítulo séptimo de Isaías habría sido suficiente para situar el uso particular que hace Mateo de este texto en algo cercano a lo absurdo. Veamos cuál es la historia que hay tras las palabras de Isaías.

Eran las tres últimas décadas del siglo VIII antes de la era cristiana. Los ejércitos de Asiria se habían puesto en marcha. El rey Ajaz estaba en Jerusalén, instalado en el trono de David. Pecaj era el rey de Israel reinante en Samaria, y Masón era el rey de Siria reinante en Damasco. Pecaj y Rasón establecieron un tratado de defensa mutua, en un intento por mantener a distancia a su enemigo asirio común. Se dieron cuenta de que la superioridad militar seguía estando abrumadoramente contra ellos y enviaron emisarios a Ajaz, en Judea, para pedirle que se uniera a su pacto de defensa mutuo. Sin embargo, Ajaz, que valoraba el poderío militar de Asiria con mucha mayor exactitud que sus supuestos aliados, estaba convencido de que la mejor oportunidad con que podía contar el reino de Judá para sobrevivir consistía en aceptar el estatus de estado vasallo y pagar tributo a Asiria. Así pues, se negó a unirse a Pecaj y Rasón. Esta negativa enojó tanto a los dos líderes que movilizaron sus fueras para marchar sobre Jerusalén, con la intención de derrotar a Judá, deponer a Ajaz y colocar en el trono de Jerusalén a un rey más cooperativo. Estalló una guerra de escaramuzas, y Ajaz se retiró a su fortaleza de Jerusalén, mientras Pecaj y Rasón ocupaban posiciones de asedio alrededor de la ciudad. Según Isaías, al contemplar a los ejércitos de Israel y de Siria alrededor de su ciudad, el corazón de Ajaz y los corazones del pueblo de Judá se estremecieron «como se estremecen los árboles del bosque por el viento» (Isaías 7, 2).

Isaías, que servía como asesor no oficial de los reyes de Judá, acudió a encontrarse con Ajaz. Llevó consigo a su propio hijo, que tenía el nombre profético de Shear-yashub, que significa «sobrevivirá un pequeño resto». Se encontraron en las almenas de las murallas de la ciudad, e Isaías instó a Ajaz: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de tizones humeantes» (Isaías 7, 4). No era una descripción nada halagüeña de Pecaj y Rasón. Ajaz, sin embargo, no se consoló. Así pues, el Señor, a través de Isaías, acordó ofrecerle una señal de que él y su pueblo se librarían de  la amenaza con tal de que Ajaz así lo pidiera. Pero Ajaz se negó a pedir una señal (Isaías 7. 12). Quizás no deseaba estar tan profundamente endeudado con Isaías, pues si éste era capaz de producir una señal de Dios, vería aumentado su poder y el rey vería disminuido el suyo. Ante lo que Isaías, evidentemente enojado, dijo: «Oíd, pues, casa de David: ¿os parece poco cansar a los hombres [y a las mujeres], que cansáis también a mi Dios? Pues bien [la implicación es: tanto si te gusta como si no], el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» (Isaías 7, 13-14). 

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