jueves, 29 de noviembre de 2018

EL RELATO DE LA CRUCIFIXIÓN ( I I )-J . S . SPONG


John Shelby Spong


Ciertamente es un hecho histórico los romanos crucificaron a un hombre llamado Jesús de Nazaret en algún momento en torno al año 30 aC. Esta crucifixión sucedió siendo Procurador un funcionario llamado Poncio Pilato, cuyo destino en Judea, según los registros romanos, fue del año 26 al 36. Cuál fue el papel de las autoridades religiosas judías en esta crucifixión es un asunto muy poco claro. Sabemos que, como nación ocupada, los judíos no tenían poder político para ejecutar con crucifixión. La crucifixión era una costumbre romana que se ejecutaba a la manera romana. Ellos, y no los judíos, fueron los responsables de la crucifixión de Jesús. Sin embargo, el delito por el que se le condenó a muerte fue a la vez religioso (blasfemia) y político (sedición).

La pregunta que hay que hacerse es: de todos los detalles de la crucifixión que nos son tan familiares, ¿cuántos son acontecimientos ocurridos realmente y registrados por testigos presenciales? La respuesta es, probablemente, que son muy pocos. Los únicos textos relevantes para este tema están en el Nuevo Testamento, en libros escritos entre cuarenta y setenta años después de los hechos. Además, están escritos en griego, una lengua que Jesús y sus discípulos no hablaron ni leyeron ni escribieron. Y, además, los evangelios se escribieron con el fin de mover a la fe y de interpretar la experiencia de Jesús, no con el de hacer la crónica de lo ocurrido realmente. No obstante, los evangelios se han tratado, erróneamente, como si fuesen textos con intención histórica a lo largo de los siglos e incluso ahora que sabemos que su género no es el de ser una crónica. Por eso trataré de contemplar el relato de la crucifixión de un modo muy diferente en esta columna. 

En primer lugar, debemos ser muy conscientes de que el relato de un traidor llamado Judas Iscariote es altamente sospechoso de no ser histórico. El nombre de Judas no apareció en ningún escrito cristiano hasta la década de los 70 del siglo I, y, cuando lo hizo, fue con el añadido del sobrenombre de “Iscariote”, que significa “asesino político”. Pablo (que escribió entre el 51 y el 64) nunca oyó hablar de un traidor que formase parte del grupo de los doce. La prueba es que, cuando dice que los doce vieron a Cristo resucitado el tercer día tras la crucifixión, está claro que Judas aún está entre ellos. Y, cuando analizamos los detalles de la "biografía bíblica" de Judas, descubrimos que todos proceden de historias de traiciones del Antiguo Testamento. Así que Judas parece ser una construcción literaria hecha a partir de los traidores conocidos en la historia judía. Desde luego, él no es histórico.

Cuando pasamos al primer relato de la crucifixión, que está en Marcos, descubrimos que está compuesto de materiales organizados de cara a un uso litúrgico en una vigilia de 24 horas que conmemorase el aniversario de la muerte de Jesús. Es decir, el relato de la pasión de Marcos está pensado para usarlo en un "viernes santo". Este esquema litúrgico se desarrolló muy pronto pues ya se puede reconocer en Marcos que, como venimos diciendo, se escribió al cabo de dos generaciones. En el texto podemos distinguir una vigilia dividida en ocho partes, de tres horas cada una, hasta llegar a veinticuatro. La primera empieza con las palabras “Al atardecer…” (Marcos 14:17), lo que significa que la vigilia empezaba con la puesta del sol, alrededor de las seis de la tarde. Jesús se reúne con sus discípulos para la cena de Pascua, cuyo rito incluía, además de la comida, juegos y un ambiente informal, lo que ofrecía al cabeza de familia la ocasión de contar a los demás la historia de la huida de Egipto hacia la libertad. También sabemos que duraba unas tres horas normalmente, y que terminaba con el canto de un himno. En el relato de Marcos, cuando termina la comida, los discípulos cantan un himno y salen a la calle de noche. Son las 9.

Entonces van a un lugar conocido como Getsemaní, donde, según nos dice Marcos, Pedro, Santiago y Juan no pueden velar con Jesús ni tres ni dos ni siquiera una hora sin caer dormidos . A media noche, los participantes de la vigilia debían de tener el mismo problema.

Marcos hace que el beso del traidor tenga lugar al filo de la medianoche, con lo que sugiere que el acto más oscuro de la historia se realiza a la hora más oscura de la noche. Pero el acto de la traición también es cosa de las autoridades judías: los sumos sacerdotes y los jefes del Sanedrín. Marcos interpretaba que el rechazo de Jesús fue un acto colectivo, de la nación entera. Esto se manifiesta en el nombre que Marcos pone al traidor, ya que «Judas» es simplemente la transcripción griega de «Judá». Así pues, el relato de la traición ocupa tres horas de la vigilia y ya son las tres de la madrugada. 

Esta parte nocturna de la vigilia, que empezaba a las tres y duraba hasta las seis, se conocía como «el canto del gallo». Marcos escribe para ella la historia de la triple negación de Pedro, una negación por cada hora, hasta que el gallo canta y anuncia la llegada de la mañana.

Justo en ese momento, «al amanecer» o en torno a las seis –dice Marcos–, es cuando llevan a Jesús ante Pilato. Ante el representante del Imperio Romano, tenemos el interrogatorio que lo aboca a la condena. Se incluyen los azotes, las burlas, el manto púrpura, la corona de espinas y la referencia a alguien llamado Barrabás; todo descrito con mucho detalle. Han pasado otras tres horas y son, pues, las nueve de la mañana.

Marcos lo hace notar diciendo que lo crucifican a la hora tercia (es decir, a las nueve). Describe la escena con detalles tomados del Salmo 22 y de Isaías 53, tal como dijimos en una columna anterior. Detalles tomados del Salmo 22 son la gente hostil que pasa por allí y le dice que baje de la cruz si es quien dice ser; el reparto de las vestiduras y el echar a suertes a ver quién se queda con la túnica; y los detalles procedentes de Isaías 53 son la presencia de los dos ladrones, uno a cada lado, y el silencio de Jesús ante sus acusadores, cosas ambas de las que se dice que dan cumplimiento a las palabras de Isaías 53, donde está escrito que el siervo «se contará entre los malhechores» y «no abrirá la boca» ante sus enemigos. Entonces, llegada la hora sexta o del mediodía, tras tres horas en la cruz, Marcos dice que «hubo oscuridad sobre toda la tierra» para anunciar el siguiente tramo de la vigilia.

A las doce del mediodía, no se habla de oscuridad en sentido literal. Sin embargo, si uno creía (como en efecto creían Marcos y todos los que celebraban esta vigilia) que Jesús es «la luz del mundo», y que su muerte sumergiría a este mundo en la oscuridad total. Marcos nos dice que la oscuridad dura mientras la vida de Jesús se agotaba, es decir, desde la hora sexta a la hora nona, o desde las 12 del mediodía hasta las 3 de la tarde, hora en la que, siempre según Marcos, Jesús profiere el grito de su abandono: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, que es el primer versículo del Salmo 22. Entonces, Marcos dice que Jesús, dando un fuerte grito, expira y son las 3 de la tarde.

Para completar la vigilia desde las tres hasta las seis, Marcos introduce el entierro de Jesús en un sepulcro proporcionado por José de Arimatea, líder judío y rico por tanto. Con ello desarrolla lo que Isaías 53 dice acerca de que el “siervo”, en su muerte, estaría junto a un hombre rico. Además, un importante patriarca para las gentes del Reino del Norte fue José, el hijo de Jacob, así que Marcos aprovecha este dato de José para presentar a Jesús como quien reúne, en su muerte, a toda la nación, dividida aún en dos reinos (2). Nada de todo esto es, pues, historia, crónica de unos hechos ocurridos tal cual el texto dice. Todo forma parte de una liturgia en la que se interpreta a Jesús y de un texto escrito para celebrar el recuerdo de su muerte. 

En este relato, Marcos nos cuenta también la historia de Barrabás. Este nombre significa literalmente, hijo de Dios (bar-Abba), así que, en el relato de la pasión, Barrabás es un segundo hijo de Dios. Al hijo de Dios de nombre Barrabás, se le libera mientras que a Jesús se le crucifica. Al no estar familiarizados con los esquemas de la liturgia judía, no sabemos que, en la fiesta del Yom Kippur, se llevan al sumo sacerdote dos animales: uno (que suele ser un cordero) se sacrifica como ofrenda por los pecados del pueblo, y el otro (normalmente una cabra o un carnero) se deja suelto para que se vaya portando sobre sí los pecados del pueblo. El primero es el “Cordero de Dios” y representa el deseo del pueblo de sentirse uno con Dios; el segundo es el “chivo expiatorio”, sobre quien se cargan simbólicamente los pecados del pueblo que así queda purificado para unirse a Dios. Al introducir a Barrabás en el relato de la pasión, Marcos está interpretando la crucifixión dentro del contexto del Yom Kippur. De no conocer la liturgia judía no se entiende este pasaje de Marcos ni verán que él nunca pretendió que dicho pasaje se leyese como una crónica literal de los sucesos históricos.

Mucha gente está tan encerrada en la idea de que los evangelios deben leerse literalmente y de que sus informaciones sobre Jesús son biográficas que sienten que no puede haber otra forma de leerlos. Por eso, cuando algo desafía su interpretación literal, creen y temen que, de fallar dicha interpretación, ya no quedará nada en firme. Por contraste, es seguro que los escritores de los evangelios fueron conscientes de usar palabras e imágenes judías tan familiares para sus lectores de entonces que no les hubiera cabido en la cabeza imaginar que éstos hubieran podido malinterpretar sus intenciones y leer sus narraciones en sentido literal y de pura crónica histórica. Los escritores de las historias de los evangelios las escribieron con el fin de comunicar su interpretación de la profunda y emocionante experiencia de Dios que creían haber hecho al encontrar la persona de Jesús. El encuentro de Jesús fue una experiencia transformadora, que les abrió los ojos, les hizo más conscientes y enriqueció sus vidas. Esta experiencia es lo real, lo que verdaderamente fue más real que cualquier otra cosa que hubiesen conocido antes; pero era además algo que estaba más allá de lo que las palabras humanas, atadas como están al tiempo, pueden expresar. Hoy, al identificar las capas de la interpretación, descubrimos no que la historia ha quedado destruida sino que la realidad es más grande que lo que nunca habríamos imaginado. Permanece lo realmente importante y todo apunta, más allá de las explicaciones de la antigüedad, a la maravillosa e indescriptible presencia de Dios. 

Cuando el movimiento cristiano llegó al final del primer siglo, al tiempo en el que se escribió el Cuarto evangelio (años 95 a 100), esta perspectiva estaba tan profundamente asumida en la mentalidad cristiana común que dicho evangelio se nos presenta como el menos literal e histórico y, al mismo tiempo, como el más profundo y auténtico retrato de Jesús, de todo el Nuevo Testamento. 

Que no nos dé miedo la muerte del literalismo. La muerte del literalismo nos abre la puerta que nos conduce a lo que Jesús significa: una puerta que bloquean e impiden traspasar las palabras literalmente leídas. “Piensa diferente, acepta la incertidumbre”, tal es la puerta de acceso a un nuevo cristianismo en un nuevo mundo. 

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