jueves, 1 de noviembre de 2018

Escapar del literalismo bíblico - John Shelby SPONG-2


A pesar de todo, el jurado declaró culpable al profesor de escuela superior, pues el compromiso con el literalismo bíblico constituía una parte mucho más profundamente arraigada del sistema de seguridad de la época que el compromiso con la verdad. La conclusión a la que llegó el jurado fue tan estrafalaria que hizo entrar en el folklore estadounidense a los señores Scopes, Darrow y Bryan.

 No obstante, y por muy extraño que parezca, continúa presentándose en la actualidad esta misma clase de literalismo bíblico, alimentado con regularidad por ese sistema de comunicación de masas llamado televisión. Ese poder electrónico nos permite asegurar que la ignorancia religiosa continuará existiendo durante algún tiempo más. Por otro lado, garantiza que ese nivel de ignorancia seguirá definiendo muchas de las preguntas y de los temas religiosos de nuestro tiempo, hasta que se llegue, por lo que me temo, a la pérdida definitiva de credibilidad por parte de todos los sistemas religiosos.

 Como consecuencia directa de esa actividad, un número creciente de personas educadas de nuestro mundo quedarán convencidas de que la religión organizada apenas es poco más que un sistema histérico y supersticioso, sin habilidad alguna para despertar su respuesta o lealtad. Quienes traten de ser ciudadanos de este siglo, al mismo tiempo que cristianos creyentes, serán una minoría cada vez más reducida y, a veces, casi invisible.

 Resulta bastante fácil descartar el fundamentalismo bíblico por motivos intelectuales.2 La Biblia está llena de contradicciones. El mismo Dios, que dice en un lugar: «No matarás» (Éxodo 20, 13), ordena en otro lugar a Saúl: «Castiga a Amalec..., mata hombres y mujeres, niños y lactantes» (1 Samuel 15, 3 y ss.). El Dios que parece abrigar una conciencia universal cuando se le oye decir: «Grande es mi nombre entre las naciones» (Malaquías 1, 11), o «que todo valle sea elevado» (Isa. 40, 4), también se nos presenta regocijado en el momento en que los egipcios se ahogan en el mar Rojo (Éxodo 15), y permite que «se estrelle contra la roca a tus pequeños», refiriéndose a los niños edomitas (Salmos 137, 7-9). Podríamos recopilar con relativa rapidez todo un manuscrito lleno con contradicciones similares. 

Al margen de estas anomalías, las pruebas geológicas y astrofísicas también han desafiado con éxito la «verdad» bíblica. Esas pruebas revelan que el planeta Tierra existe desde hace entre cuatro y cinco mil millones de años, y que la vida humana o casi humana cuenta con una antigüedad de entre quinientos mil y dos millones de años. Estos datos comprobables y documentados deberían ser suficientes para dar al traste con la literalización de la historia de la creación en siete días, y del cálculo bíblico del obispo irlandés James Ussher, según el cual la Tierra fue creada en el año 4004 a. de C. Como quiera que el Sol no gira alrededor de la Tierra, tal y como creía Josué, sería bastante difícil ordenar que se detuviera en su viaje a través del cielo. Sin embargo, y según la Biblia, Josué hizo precisamente eso para permitir que Israel ganara su batalla antes de la caída de la noche (Josué 10, 12-13). 

También podríamos plantear preguntas bastante interesantes en cuanto a lo que sucedió en el sistema digestivo del gran pez cuando Jonás entró entero en ese sistema y permaneció en él durante setenta y dos horas (Jonás 1, 17). Eso le habría creado al pez, por lo menos, un estreñimiento agudo. ¿Se abrieron realmente los sepulcros en el momento de la crucifixión, y la gente muerta desde hacía tiempo resucitó, entró en Jerusalén y se apareció a muchos, tal y como afirma Mateo (Mateo 27, 51- 53)? ¿Se abrieron realmente las aguas del mar Rojo para permitir la huida de Moisés (Éxodo 14, 21 y ss.)? ¿Llovió de veras el maná del cielo sólo durante seis días, para no violar el sabbath cayendo en el séptimo día (Éxodo 16, 5)? ¿Reunió realmente Noé a todos los animales del mundo en aquella diminuta arca, por parejas (Génesis 7, 6-10)? ¿Incluía eso a los canguros, cuya existencia era totalmente desconocida hasta que se descubrió Australia, muchos siglos después? ¿Caminó Jesús sobre las aguas (Marcos 6, 48-49), apaciguó la tormenta (Marcos 4, 37-41) o alimentó a la multitud con cinco panes y dos peces (Juan 6, 1-14)? Al resucitar Jesús, si el sudario y las vendas que lo cubrían permanecieron intactos en el sepulcro, como afirma Juan (Juan 20, 7), ¿debemos suponer que su cuerpo resucitado se hallaba desnudo?

En los círculos académicos ya no se cree en la exactitud histórica de estos textos, a pesar de lo cual siguen disfrutando de una vida vigorosa en los bancos de muchas de nuestras iglesias. De una forma menos evidente, esa actitud fundamentalista continúa impregnando no sólo las filas de las masas que no se detienen a pensar, sino que incluso encuentra expresión en los altos círculos eclesiásticos, tan sofisticados y bien educados.

Nada menos que una persona como el papa Juan Pablo II ha apoyado un documento y una actitud que proclama: «Las mujeres no serán nunca sacerdotes en la Iglesia católica romana porque Jesús no eligió a ninguna mujer como discípulo». Presento esto como un abuso literal de las Sagradas Escrituras. En el orden y las costumbres sociales del siglo primero de nuestra era, resultaba inconcebible tener a una mujer como miembro de un grupo de discípulos de un rabino o maestro itinerante. El papel de la mujer se hallaba circunscrito con demasiada claridad como para atreverse siquiera a imaginar algo así. Aquí, sin embargo, el literalismo bíblico es ecléctico, antes que minucioso. Quizás al obispo de Roma todavía no se le ha ocurrido pensar que Jesús tampoco eligió a ningún discípulo polaco, a pesar de lo cual eso no excluyó del sacerdocio a un muchacho polaco llamado Karol Jozef Wojtyla, que más tarde se convertiría en Juan Pablo II. 

Naturalmente, esta actitud con respecto a las mujeres está cambiando en todas partes, incluyendo todas las ramificaciones de la Iglesia cristiana. Incluso aquellas Iglesias que siguen negándose a ordenar a las mujeres les permiten servir como líderes y acólitos laicos y pertenecer a los consejos de gobierno. Nada de eso era posible antes de la segunda guerra mundial. Sin duda alguna, dentro de poco tiempo todas las Iglesias tendrán mujeres pastoras, sacerdotisas y obispas. 

Cuando oigo los sermones de Pascua y de la Navidad, percibo una y otra vez un neoliteralismo todavía vibrante, incluso en aquellas Iglesias que se sentirían incómodas si alguien sugiriera que son fundamentalistas. Del mismo modo, los documentos y estudios oficiales, así como las cartas pastorales emitidas por los cuerpos eclesiásticos o grupos de obispos se refuerzan a menudo con apelaciones directas al literalismo de las Escrituras. A un obispo se le citó en la prensa porque afirmó que la homosexualidad se condenaba en siete pasajes específicos de la Biblia, como si, de algún modo, eso garantizara que tuviera que ser así para siempre.3 En la historia occidental, todo aquel movimiento que se haya propuesto terminar con la opresión, en cualquiera de sus formas, ha tenido que superar la autoridad de la Biblia tomada en su sentido literal. El cristianismo, con sus escrituras intactas, persiguió a los paganos y extendió un maligno antisemitismo, que alimentó muchas cosas, desde las Cruzadas hasta el Holocausto y la destrucción de las sinagogas. Ese don demoníaco del literalismo bíblico continúa afectándonos incluso en la actualidad. Quien cree literalmente en la Biblia sigue viendo a los judíos como pertenecientes a aquel pueblo malvado que mató a Jesús. «iSu sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (Mateo 27, 25) es un texto que se utiliza con frecuencia para justificar nuestros prejuicios. A los judíos se les llama en la Biblia «sois de vuestro padre el diablo» (Juan 8, 44), y se les define como poseedores de un embotamiento dado por Dios: «ojos para no ver, y oídos para no oír» (Rom. 11, 8). A veces, me estremezco al oír la historia que se lee el Viernes Santo y me doy cuenta, una vez más, de que el uso bíblico que se hace en esa narración de la palabra «judíos» no hará sino seguir alimentando la oscura mancha que ha caído sobre el alma histórica del cristianismo.   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reseña para "LA FLOR INVERTIDA" - Puntuación: 🌟🌟🌟🌟🌟 5/5

Opinión: Las letras del autor las conocí por su libro "Equipaje Ancestral" que tuve la suerte de ganarlo en un sorteo que realizo,...