martes, 13 de noviembre de 2018

La historia de Lucas, primera parte-John Shelby SPONG-2


En la escena inicial de la narrativa de la natividad, Lucas establece el tiempo y presenta a los personajes. Este nacimiento ocurrió en tiempos de Herodes, rey de Judea, empezó a decir Lucas. Se refería al rey que conocemos en la historia como Herodes el Grande. En el año 40 antes de la era cristiana el senado romano le había otorgado el título de rey de Judea, después de que Marco Antonio le ofreciera su ayuda militar para aplastar una rebelión dirigida por una poderosa alianza política que incluía a los judíos asmoneos. Esta combinación había logrado expulsar del país a las fuerzas militares de Herodes, pero éste pudo regresar triunfalmente a reclamar su reino, ayudado por las tropas mandadas por Antonio. Su gobierno restablecido duró hasta su muerte, en el año 4 antes de la era cristiana. Probablemente, la palabra Judea utilizada en este texto debería entenderse simplemente como el territorio de los judíos, pues la subdivisión política en Galilea, Samaria y Judea no se produjo hasta bastante después del nacimiento de Jesús, aunque estaba ya vigente en el momento de la crucifixión, y jugó un papel en la interacción entre Pilato y otro Herodes acerca de quién tenía jurisdicción en relación con quien afirmaba ser el rey de los judíos.

A continuación se presentaba a Zacarías. Era un sacerdote, casado con una mujer llamada Isabel, identificada como una hija de Aarón. Esta pareja, aunque virtuosa y obediente en el cumplimiento de todos los mandamientos y ordenanzas, no había tenido hijos, lo que se consideraba como una señal de que se había caído en desgracia ante Dios. En esta época patriarcal la ausencia de niños se explicaba en términos de esterilidad de la esposa. Para Zacarías se trataba de una situación irrevocable pues ambos eran ya de edad bastante avanzada. Ésta es la única fuente que conocemos en la que se nos dan los nombres de los padres de Juan el Bautista. ¿Es una información exacta? En tal caso, ¿cómo la obtuvieron Lucas o su fuente? ¿O acaso se eligieron estos nombres, al igual que otros detalles de esta historia, para entroncarla con el pasado judío? ¿Qué claves interpretativas podemos encontrar en los nombres de estas dos personas? 

Zacarías es un nombre sacerdotal/levita que se encuentra citado siete veces en el Libro de las Crónicas. El Zacarías más famoso fue un profeta del siglo VI antes de la era cristiana cuyo nombre se adscribió al penúltimo de los profetas menores. Este Zacarías fue contemporáneo del profeta Ageo, que compartió su celo por la reconstrucción del templo, la existencia de una comunidad purificada y la llegada de una época mesiánica. Utilizó un estilo de escritura que incluía visiones y diálogos con Dios, interpretados por un ángel. Ofreció imágenes de un príncipe mesiánico de paz y un buen pastor entusiasmado por su rebaño. El libro era más conocido por la descripción que hacía de un rey que llegaría a Jerusalén como un humilde, montado en un asno y un pollino. Esa narración se citó en la historia de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que todavía revivimos en el Domingo de Ramos. Resulta una especulación interesante saber si este Libro de Zacarías matizó al personaje o aportó el nombre del padre de Juan el Bautista. 

Esa especulación se ve facilitada por el hecho de que Zacarías precede inmediatamente a Malaquías en los libros de los profetas menores. En realidad, Malaquías no fue el nombre del autor del último libro del Antiguo Testamento. Malaquías es una palabra hebrea que significa «mi mensajero». El autor anónimo de este libro se describió a sí mismo de un modo similar a como los cristianos describieron a Juan el Bautista. No era más que una voz cuyo mensaje principal consistía en decir: «He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí» (Malaquías 3, 1 y ss.). La yuxtaposición de Malaquías, el mensajero, con Zacarías, su predecesor inmediato, bien pudo haberle sugerido a Lucas, o al autor en el que se basaba, que Zacarías era un nombre apropiado para el padre del mensajero Juan el Bautista. 

La única Isabel mencionada en las escrituras hebreas era Elisheba (Isabel), la esposa del primer sumo sacerdote, Aarón, el hermano de Moisés (Éxodo 6, 23). La única identificación que da Lucas sobre Isabel es que era la hija de Aarón. Aarón y Moisés tenían una hermana llamada Miriam, un nombre que es la forma hebrea de la palabra María. Lucas fue el único evangelista en sugerir la existencia de un parentesco sanguíneo entre Jesús y Juan el Bautista. Esta idea se vio indudablemente desafiada por el cuarto evangelio, que llega hasta el punto de hacerle decir a Juan el Bautista acerca de Jesús: «Y yo no le conocía» (Juan 1, 31). Pero Lucas no conocía el evangelio de Juan, y las contradicciones entre los evangelios sólo preocupan a los literalistas bíblicos. Una tradición que pareció iniciarse con John Wycliffe llamó primos a Jesús y a Juan, aunque el único punto de apoyo bíblico posible para esa conclusión radica en esta referencia de Lucas sobre el parentesco entre Isabel y María. Si la pauta empleada por Lucas o por la representación dramática original se modeló sobre el nombre de Elisheba, la esposa de Aarón, y Miriam, la hermana de Aarón, eso las convertía en cuñadas y, en consecuencia, sus descendientes serían primos hermanos. También otorgaría una cierta credibilidad a la visita que le hace María a Isabel, que constituye un elemento importante en la historia de Lucas. No obstante, esa especulación se vio apoyada por la elección del nombre relativamente remoto de Isabel o Elisheba como nombre de la esposa de Zacarías y madre de Juan el Bautista. 

En la narrativa de Lucas había otros detalles que revelaban una familiaridad con las tradiciones de los sacerdotes de Jerusalén. Lucas identificó a Zacarías como un miembro del grupo de Abías. Se trataba de la octava de las veinticuatro clases sacerdotales citadas en 1 Crónicas 24. La novena clase sacerdotal era el nombre hebreo para Jesús.6 ¿Se trata de una coincidencia? ¿O es más bien una creación de Lucas y, por lo tanto, una clave para el lector que quiera discernirla? La observación de que Zacarías c Isabel vivían en la región montañosa situada en las afueras de Jerusalén puede ser un detalle exacto, o bien la forma que tuvo el autor de salvar el escenario de Belén/Jerusalén como lugar de nacimiento de Jesús, y no como lugar de nacimiento del predecesor. Algunos eruditos han sugerido que las historias sobre Juan el Bautista fueron recopiladas por sus seguidores, y que esas narraciones bien pudieron haber encontrado una forma de introducirse en la representación judeocristiana y llegar así más tarde a manos de Lucas. Pero ésta no es una conclusión aceptada por la mayoría.

Quizás en el judaísmo precristiano hubo dos expectativas mesiánicas bastante diferentes, una centrada en un hijo de Aarón, el sacerdote perfecto, y la otra en el hijo de David, el salvador político. Quizás fuera la competencia entre estos dos modelos mesiánicos lo que dio sustancia a las tensiones que dividieron los dos movimientos y obligaron a una posterior subordinación a la tradición declinante de Juan el Bautista ante la tradición dominante de Jesús. En este punto, penetrar el velo de oscuridad e ignorancia que cuelga sobre el judaísmo antes del año 30 de la era cristiana sólo puede hacerse planteando preguntas, aunque vale la pena hacerlas. En cualquier caso, se había establecido la época y presentado a los personajes principales, por lo que el drama siguió su curso.

En la narrativa de Lucas, Zacarías fue elegido por turno para que entrara en el templo y ofreciera el incienso. Indudablemente. Lucas pretendía con ello inducir al lector a la suposición de que la suerte que le cupo a Zacarías se debió a la intención divina. Lucas utilizó ese mismo instrumento para explicar la elección de Matías para ocupar el lugar de Judas Iscariote (Hechos 1, 26). Ser elegido por turno era un honor increíble, pues Zacarías no era más que uno de los aproximadamente dieciocho mil sacerdotes y levitas que había en Jerusalén en tiempos de Jesús. Este privilegio máximo sólo se producía una vez en la vida de cualquier sacerdote. Y fue en este contexto de un lugar santo, evocador de respeto, y rodeado por el incienso de la oración, donde se produjo la visión de Zacarías. En la historia de la salvación que estaba desarrollando Lucas, ésta fue la primera anunciación, y debemos notar que se le hizo al futuro padre. La promesa del nacimiento de Isaac también se le había hecho al padre (Abraham), y por parte de un mensajero divino (Génesis 18, 10). 

En el templo, el ángel Gabriel se le apareció a un Zacarías preocupado y temeroso. Tras decirle que no tuviera miedo, Gabriel le informó que su oración había sido escuchada, que un hijo sería concebido, que se superaría la esterilidad de su esposa y el obstáculo de la edad de ambos, y que el niño sería llamado Juan. El ángel describió al niño que había de nacer como alguien que no bebería «vino ni licor», pero que estaría «lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre», y convertiría a muchos de los hijos de Israel al Señor. Según Lucas, esta nueva vida, aunque no se identificara con Elías, irá delante de Dios «con el espíritu y el poder de Elías». Esa descripción se configuró según las palabras de Malaquías. Juan el Bautista prepararía «al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lucas 1, 14- 17). Zacarías, asombrado, preguntó: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». A causa de esta duda, a Zacarías se le impuso el castigo de quedarse mudo, lo que parecía incluir la incapacidad no sólo para hablar, sino también para oír. En aquellos tiempos no se comprendía que alguien que quedara profundamente sordo en su vida adulta, no perdía por ello su capacidad para hablar. Pero a Lucas no le preocupaban esos detalles literales. Así pues, Zacarías quedó incapacitado para hablar «hasta que sucedan estas cosas». 

Una vez terminada la visión, Zacarías salió del templo atónito y mudo. Se marchó a su casa sin bendecir a la multitud, y ya podemos imaginar las especulaciones que desató su actitud. Nos encontramos aquí ante una típica historia bíblica de anunciación: apareció el mensajero, la respuesta fue de temor, se le dieron seguridades, se mencionaron diversos obstáculos y se ofreció una señal de que esos obstáculos se superarían. Pero el autor incluyó un contenido sorprendente en esa pauta familiar

En primer lugar, el ángel se identificó como Gabriel. Este mensajero angélico sólo había aparecido previamente en la Biblia en una ocasión, en el Libro de Daniel (Daniel 8, 16 y ss.; 9, 21 y ss.). Es evidente, pues, que esta historia se vio configurada por la narrativa de Daniel.7 Aquí volvía a actuar el midrash.  

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