Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
miércoles, 14 de noviembre de 2018
La historia de Lucas, segunda parte -John Shelby SPONG-3
Resulta incierto cuánto tiempo permanecieron José y María en Belén antes de que naciera el niño, y eso no parece importarle al autor. Lo importante para él era establecer dónde tuvieron al niño, y sobre eso enfocó la atención. Una vez nacido, este niño tuvo que ser envuelto en pañales y colocado en un pesebre debido a la falta de alojamientos. El pesebre se mencionaba tres veces (Lucas 2, 8, 12, 16). El énfasis no se pone en el posadero. De hecho, no hay posadero en esta narrativa. Su aparición es un producto del celo homilético mezclado con el literalismo bíblico. No habrían sido dignos del genio de Lucas los sermones acusando al posadero de falta de hospitalidad, o alabándole en el caso de que hubiera instalado a la mujer a punto de dar a luz en algún espacio privado, por humilde que fuera. Pero hete aquí que los fieles que acuden a la iglesia se hayan condenados a oír durante generaciones sermones sobre la actitud despiadada del posadero.
El pesebre no simbolizaba pobreza, sino una peculiaridad de localización causada por las circunstancias. Lucas empleó la falta de alojamiento como un medio para explicar el uso del pesebre. Quizás, tal y como sugiere Hendrickx, haya aquí una alusión a Jeremías (14, 8), donde el profeta se quejaba de que cuando Dios visitó al pueblo elegido, no se quedó junto a quienes formaban el pueblo de Dios, sino que se alojó en una posada, como haría un viajante extranjero. El niño Jesús, como expresión de la nueva disposición de Dios con respecto al pueblo, no debía alojarse en una posada, sino que debería encontrar tabernáculo con el pueblo.La clave de este concepto es el significado de la palabra pesebre.
Muchos años antes, Isaías había escrito: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne» (Isaías 1, 3). En la Septuaginta, «pesebre de su amo» se tradujo con la misma palabra que Lucas utilizó para designar el pesebre. Al situar al Salvador en un pesebre, al convertirlo en el lugar donde lo encontraron los pastores, Lucas estaba diciendo que el pueblo de Dios empezaba a reconocer finalmente a aquel que lo había creado y elegido.El pueblo conocería así a su dueño y el pesebre de su amo. Este tema se solidificó en el doble uso de la expresión «envuelto en pañales» que aparece en los versículos 7 y 12 del capítulo 2. En el Libro apócrifo de la Sabiduría, Salomón, el rey más rico de Judá, dijo: «Fui cuidadosamente envuelto en pañales y cuidado, pues ningún rey tiene otra forma de empezar al nacer» (Sabiduría de Salomón 7, 4-5). Hallarse envuelto en pañales (no telas) era un signo de que el Mesías de Israel, su verdadero Rey, no se había convertido ahora en un paria entre su pueblo, sino que fue recibido apropiadamente y se le proporcionaron los cuidados adecuados. Quizás hubo aquí, una vez más, una velada alusión a los rumores sobre el estatus ilegítimo de Jesús, pues un hijo ilegítimo seguiría siendo un paria en Israel. Pero Dios había encubierto este escándalo con la abrumadora presencia del Espíritu Santo. El bebé Jesús quedó envuelto en pañales pues, tal y como sugirió Salomón, ésta era la única forma que tiene todo rey de empezar al nacer. Fue colocado y encontrado en un pesebre porque conocía al Dios al que pertenecía.
La última nota de este segmento inicial fue la afirmación de que Jesús era el hijo primogénito de María (prototokos). Esta frase asumía que hubo otros hijos, puesto que no tendría sentido si no admitiéramos tal suposición. En la época de Lucas no hubo tradición de que Jesús fuera hijo único, o de la virginidad perpetua de María. Esas ideas surgirían mucho más tarde y estarían al servicio de una agenda teológica completamente diferente, a la que no tardaremos en dedicar nuestra atención.
Pero aquí Lucas se limita a afirmar que no hubo ningún otro hijo antes de Jesús, de modo que pudo disfrutar del estatus de primogénito. Esta información se mencionaba para que tuviera sentido la consagración del niño varón primogénito, algo de lo que Lucas hablaría más tarde en este mismo capítulo (2, 22-24). Ahora quedaba completa la primera escena y se dirigía la atención del público hacia otra parte del escenario donde se iniciaba inmediatamente la escena siguiente.
Una revelación de Dios tenía que recibirse, pues en caso contrario deja de ser reveladora. El autor de esta narrativa creía que la revelación de idos en Jesús constituía el momento crucial en la historia humana. En consecuencia, debía prestarse atención a aquellos que eligiera como receptores de esa revelación. En la proclamación cristiana primitiva, tal y como se refleja tanto en Pablo como en Marcos, el momento cristológico de la revelación se situaba en el momento de la resurrección. Quienes recibieron esa revelación fueron los discípulos, encargados así de la responsabilidad de ser los testigos y los apóstoles ante el mundo. Lucas, sin embargo, había hecho retroceder ese momento cristológico a la concepción, de lo que sólo estaban enterados María, Isabel y, presumiblemente, José y Zacarías. Pero el mundo necesitaba responder de algún modo cuando naciera esta vida. Mateo satisfizo esa necesidad con los magos. Lucas lo hizo con los pastores.
La respuesta a la revelación de Dios en Cristo fue siempre de dos clases. Hubo tanto aceptación/alabanza, como rechazo/persecución. Mateo aludió a ello en los regalos de los hombres sabios. Lucas incluyó el motivo de aceptación/alabanza en la respuesta de los pastores, y el de rechazo/persecución en la advertencia profética expresada por el viejo sacerdote Simeón cuando Jesús fue presentado en el templo.
Así, el foco de Lucas se desplazaba ahora hacia otra parte del escenario, donde se encontraba un grupo de pastores cuidando de sus rebaños, en terreno abierto, a las afueras de la pequeña ciudad de Belén. Según los registros históricos, sólo entre los meses de mayo y noviembre solía cuidarse de los rebaños por la noche en campo abierto, aunque la fijación exacta de la fecha de nacimiento de Jesús no pareció ser específicamente importante para Lucas.
¿Cuál era el significado de la presencia de los pastores? Un estudio de religión comparada revela que los pastores estuvieron presentes en la narrativa sobre el nacimiento del dios Mitra, así como en la historia de la infancia del dios Osiris. Pero ninguna de éstas parece ser la fuente de la historia de los pastores de Lucas. Además, en los escritos judíos había una cierta negatividad hacia los pastores. «Un padre no instruye a su hijo para que sea pastor, pues ése es oficio de ladrones», decía un midrash. Quizás Lucas deseaba decir que Jesús vivió entre los parias, incluso en su nacimiento, aunque no podemos estar seguros de eso.
Lo que sí sabemos es que Lucas enfocó la atención sobre Belén. María y José tuvieron que ir a Belén (Lucas 2, 4). Después de su visión celestial, los pastores dijeron: «Vayamos, pues, hasta Belén» (Lucas 2, 15). David fue el pastor que, cuando todavía era un muchacho, joven y rudo, fue llamado por Dios para ser el rey de Israel (1 Samuel 16, 10 y ss.). David abandonó sus rebaños para. responder a esta llamada de Dios. Las escrituras hebreas se refieren en dos ocasiones a algo llamado el Migdal Eder, que significa. Torre del Rebaño. En ambas ocasiones, esa torre se localizaba en o cerca de Belén (Génesis 35, 16-21; Miqueas 4, 8). En el Génesis, la Torre de Eder también se hallaba asociada con el nacimiento de un niño. Raquel, moribunda en el momento de dar a luz a Benjamín, fue enterrada en Belén, y su afligido esposo, Jacob/Israel, viajó más allá de Belén y plantó la tienda más allá de la Torre del Rebaño. Belén era crucial para la narrativa de la natividad, y la presencia de los pastores parecía ser crucial para el significado de Belén. Sin lugar a dudas, el nacimiento de Jesús en Belén fue una parte importante de la historia cristiana y se menciona incluso en el cuarto evangelio, donde los detractores de Jesús, al discutir sobre su origen, dijeron: «¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?» (Juan 7, 42). El texto hebreo que se encontraba tras la tradición de Belén se hallaba en el texto de Miqueas. Raymond Brown está convencido de que el capítulo 2 de la historia de Lucas se configuró, e incluso pudo haber sido un comentario, según Miqueas 4 y 5. Por lo tanto, debemos dedicar nuestra atención a ese pasaje.
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