martes, 6 de noviembre de 2018

La historia que contó Mateo- John Shelby SPONG-2


Algunos están convencidos de que los escritos de Isaías, y especialmente esa parte que los eruditos identifican como Segundo Isaías (40-66), formaron la base de la historia de Mateo acerca de los magos. Herman Hendrickx sugiere que la historia nació cuando un predicador cristiano primitivo utilizó un texto del Segundo Isaías.Esta parte de Isaías, que contiene el concepto del sirviente inocente que sufre, a quien Dios ha reconocido como su único hijo, fue uno de los grandes temas favoritos de los primeros cristianos, y se aplicó con frecuencia a la vida de Jesús.

Para Hendrickx, el texto clave es: «¿Quién ha suscitado de Oriente a aquel a quien la justicia sale al paso? ¿Quién le entrega las naciones, y a los reyes abaja? Conviértelos en polvo su espada, en paja dispersa su arco; les persigue, pasa incólume, el sendero con sus pies no toca» (Isaías 41, 2). Cuando se complementó ese texto con otras referencias de esa misma parte de Isaías, como sin duda se hizo en los primeros tiempos de la Iglesia, el argumento se fortalece: «Veránlo reyes y se pondrán en pie príncipes y se postrarán por respeto a Yahveh» (Isaías 49, 7). Este versículo aparece poco después de que Isaías hubiera escrito: «Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre» (Isaías 49, 1). Al revisar este texto, la imaginación pudo haberse visto fácilmente estimulada a pensar en el nacimiento de Jesús.

Isaías seguía escribiendo: «Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada... Un sinfín de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá; todos ellos de Sabá vienen, portadores de oro e incienso, y pregonando alabanzas a Yahveh» (Isaías 60, 3, 6). Y esto aparece justo después de que Isaías haya exclamado: «¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido!» (Isaías 60, 1). 

De repente, los elementos se encuentran enfocados. Una luz se convierte en una estrella que surge en el este. Acuden los reyes, que viajan desde Oriente para rendir homenaje. Traen consigo regalos de oro e incienso. No se necesita tener una imaginación muy vívida para, a partir de esta información, saltar a la historia de Mateo, sobre todo si no se está muy acostumbrado a utilizar este método de ver la escritura. 

Aunque sin restar importancia a las contribuciones que hicieron estos textos de Isaías a la narrativa de Mateo, Raymond Brown sugiere una fuente de influencia fundamental muy diferente. Para él, la clave de la historia de los magos en Mateo se encuentra en la historia de Balaam y Balaq, en el Libro de los Números (22-24). Los paralelismos de ese pasaje empiezan a ponerse de manifiesto bajo la mirada escrutadora de su habilidosa mente. Balaam era un vidente de Oriente, un gentil que vio ascender la estrella de David y que se vio inducido a reconocer la grandeza del gobernante de Israel. Sorprendentemente, la narración de Balaam no es muy familiar para la mayoría de la gente. Si se recuerda algo de él suele ser la sugerencia de que Dios habló de algún modo a través del burro de Balaam. 

He aquí los detalles narrativos: 

Los hijos de Israel se encontraban en el desierto, entre el éxodo de Egipto y la llegada a la tierra prometida. Balaq, el rey de Moab, vio a este pueblo nómada en marcha y temía mucho a Israel, así que buscó un medio para destruir a esta nación de indeseables. En consecuencia, convocó al famoso vidente Balaam para que lanzara una maldición sobre Israel. Balaam no era israelita; se trataba de un visionario ocultista, un practicante de encantamientos que fue llamado mago por Filón, el popular autor judío. Se creía que Balaam era tanto bueno como malvado. Su bondad se demostró en el hecho de que, en lugar de maldecir a Israel, como le había pedido Balaq, la bendijo. Su maldad se vio en el hecho de que, tras este episodio, los hombres de Israel se vieron seducidos a la idolatría por las mujeres de Moab, y la tradición bíblica acusó a Balaam por ello. 

Este punto de vista hostil sobre Balaam encontró forma de abrirse paso en otros escritos cristianos, lo que indica un uso midráhsico de esta narrativa por parte de los cristianos primitivos. El Apocalipsis afirma: «Pero tengo alguna cosa contra ti: mantienes ahí algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balaq a poner tropiezos a los hijos de Israel para que comieran carnes inmoladas a los ídolos y fornicaran» (Apocalipsis 2, 14). La epístola de Judas registra: «¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por un salario se han abandonado al descarrío de Balaam, y han perecido en la rebelión de Coré» (Judas 11). En la segunda epístola de Pedro se declara: «Abandonando el camino recto, se desviaron y siguieron el camino de Balaam, hijo de Bosor, que amó un salario de iniquidad, pero fue reprendido por su mala acción. Un mudo jumento, hablando con voz humana, impidió la insensatez del profeta» (2 Pedro 2. 15-16).

Pero, probablemente, cada uno de estos libros se escribió después de que Mateo hubiera completado su obra. Mateo parece haberse apoyado en la narrativa fundamental de Balaam que encontramos en el Libro de los Números, en la que Balaam es bueno. Filón dice que Balaam se hallaba animado por el auténtico espíritu de un profeta.En la narración de Números, Balaam procedía del Oriente, iba acompañado por dos sirvientes, y frustró los planes hostiles del rey Balaq al expresar oráculos que predecían la futura grandeza de Israel y la aparición de un gobernante regio. Un rey malvado intentó usar a un mago extranjero, cuyo nombre era Balaam, para destruir a quienes el percibía como sus rivales y enemigos. Esa es la historia de Balaam que, según Raymond Brown, proporcionó el telón de fondo de la historia de Mateo sobre los magos. 

Otro pasaje candidato a ejercer la influencia fundamental en la configuración de la historia de los magos en Mateo es la visita de la reina de Saba a Salomón (1 Reyes 10, 1-13). La reina había oído hablar de la sabiduría de Salomón y había acudido para ponerle a prueba con preguntas difíciles. Llevó consigo oro, especias (quizás mirra) y piedras preciosas. En la historia de Mateo, los magos llegaron y plantearon preguntas difíciles a Herodes, sucesor de Salomón: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle» (Mateo 2. 2). Herodes, sin embargo, como un indigno sucesor de Salomón, no reveló más que ignorancia sobre este acontecimiento central en la historia de Israel, y acudió a los escribas para pedirles una respuesta. 

El midrash judío siguió desarrollando esta narrativa mediante la incorporación de una estrella a la visita de la reina de Saba: «Cuando la reina de Saba se aproximó a la ciudad santa, reclinada en su litera, vio en la distancia una maravillosa rosa que crecía en el borde de un lago. Pero al acercarse vio con asombro que la rosa se transformaba de repente en una reluciente estrella. Y cuanto más se acercaba, más deslumbrante era su luz».  

Espero que ahora ya haya quedado clara mi sugerencia anterior, en el sentido de que la discusión entablada entre los eruditos bíblicos actuales se refiere a cuál fue la narrativa de la tradición hebrea que ayudó a Mateo a desarrollar su tradición de los magos. Entre los eruditos del Nuevo Testamento que conozco, ninguno discute sobre si los magos fueron o no personajes reales que vivieron en la historia. Ya se ha asumido universalmente que no lo fueron. Sin lugar a dudas, Mateo estaba escribiendo el midrash cristiano.

Al introducirnos más y más profundamente en la narración de Mateo. empezamos a ver otros temas que. surgidos del pasado hebreo, se hallan entretejidos en su texto. En el Libro del Génesis (37-50), el patriarca José se lleva a su familia a Egipto para escapar así de la muerte por inanición. De este modo, José hizo posible que se mantuviera viva la promesa que Dios le había hecho a Abraham. Este mismo tema resuena ciertamente en la narración de Mateo, cuando dice que José también se llevó a Egipto a su familia, compuesta por María y Jesús, aunque esta vez para escapar de la muerte a manos de Herodes (Mateo 2, 13-16).

La mención de Egipto, y el telón de fondo de un nacimiento sirven para recordar al autor de Mateo la historia de Moisés y el intento del faraón de acabar con la vida del que había nacido para ser el libertador de Israel, asesinando para ello a todos los niños judíos nacidos en Egipto (Éxodo 1, 15 y ss.). Evidentemente, esa historia configura el telón de fondo de la narración de Mateo sobre la matanza de todos los niños judíos de Belén, ordenada por Hero- des (Mateo 2, 16 y ss.), en un intento por destruir a otro libertador, percibido por Herodes como su rival para ocupar el trono. El midrash judío posterior utilizó a menudo el tema de la estrella para anunciar el nacimiento de una figura judía heroica. Se dice que, cuando nació Abraham, los astrólogos le comunicaron al malvado rey Nimrod que un hijo le había nacido a Terah, pues habían visto una estrella elevándose en los cielos. No obstante, no se ha podido fijar la fecha exacta de esta leyenda, por lo que no nos cabe sino preguntarnos si fue esta historia la que influyó sobre Mateo, o bien fue el evangelista quien influyó sobre esta historia.

El midrash menciona otra estrella en el momento de nacer Moisés, y otra más cuando nació Isaac, el hijo prometido, de los ancianos Abraham y Sara. Al conjuntar esta tradición de la estrella con la historia de las escrituras hebreas sobre la columna de fuego que condujo a los hijos de Israel a través del desierto durante la noche (Éxodo 13, 21), empezamos a comprender cómo una pluma hábil como la de Mateo puede transformar la estrella anunciadora en una estrella guía. Una luz celestial que guiaría al mundo hacia el lugar de nacimiento del Mesías judío habría dejado satisfechas casi todas las grandes motivaciones literarias de Mateo.

Esta narrativa también pudo haberse visto influida por otros acontecimientos, probablemente conocidos por el autor de Mateo. Algunos de éstos tuvieron lugar en el terreno secular. Quizás ese día ocurrieran en los cielos algunos fenómenos naturales, que fueron registrados por los astrónomos, y que luego encontraron forma de abrirse paso hacia el folklore popular. El estudio del movimiento de los cuerpos celestes fascinaba a los pueblos antiguos. La actual popularidad de la astrología y de los signos del zodíaco indican que esa fascinación no ha desaparecido todavía. Quizás cuando los cristianos empezaron a contar la historia de Jesús, alguien llevó a cabo una investigación de los registros astronómicos de aquellos tiempos, en busca de datos que lo corroboraran. 

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