domingo, 25 de noviembre de 2018

LA QUIEBRA DEL TEÍSMO- J . S . SP O N G-2


-John Shelby Spong


Friedrich Nitzsche proclamó la muerte de este Dios hace tiempo, en el siglo XIX. En los años sesenta del siglo XX, los teólogos de la “muerte de Dios”, un grupo de estudiosos de prestigio, sumaron sus voces a la desesperación de la comprensión teológica. Hoy, cada vez más, vivimos en un mundo post-cristiano; más y más gente llega a convencerse casi a diario de que ya no pueden cantar el canto teísta al Dios teísta en este siglo XXI en el que vivimos. Si alguien no puede aceptar esta explosión de conocimiento, que ha puesto en cuestión todos los supuestos teístas, se convierte en alguien que está a la defensiva y que se esconde detrás de unas pretensiones de autoridad irracionales y fácilmente desechables como la de ser poseedores de la verdad mediante la infalibilidad papal o bíblica. Quienes aceptan el mundo mostrado por los nuevos conocimientos descubren que no queda lugar en sus vidas para la antigua idea teísta de Dios. Hoy, estas personas están abandonando en masa unas instituciones religiosas irreflexivas, están tirando a los cubos de la basura de la historia la fe de sus padres.

Este era el mundo en el que Paul Tillich empezó a buscar una nueva concepción de Dios. Quizá Dios no es un ser. Quizá hemos creado al Dios teísta a nuestra imagen y no al revés. Quizá podamos descubrir una dimensión trascendente de la vida mirando al ser mismo. Quizá es la vida lo que es santo, fluyendo, como lo hace, a través de cada criatura viviente, tal como ha viajado desde las células más simples, que por primera vez constituyeron la vida hace unos tres mil ochocientos millones de años, hasta la complejidad autoconsciente que ahora mostramos los seres humanos. Entre estos seres autoconscientes siempre ha habido un anhelo de trascender los propios límites, de vincularse a un sentido de la vida, de sondear el potencial del amor y de buscar la identificación con algo que está más allá de nuestra comprensión. ¿No está todavía ahí este Dios, que las categorías teístas que ahora agonizan ocultaban? ¿No podremos dejar morir al teísmo sin destruir el anhelo humano de lo divino? Es sólo la muerte del teísmo, y no la muerte de Dios, lo que causa nuestra actual desesperanza religiosa. Supongamos, sin embargo, que volvemos a mirar y vemos que hay algo, más allá de nuestras separaciones, que nos llama a la unidad, algo, más allá de nuestra autoconciencia, que nos invita a una conciencia universal, algo que nos anima a rebasar las limitaciones humanas desde más allá de ellas mismas. ¿No podemos entonces empezar a pensar en este Dios de un modo no teísta? En lugar de buscar a Dios como un ser que habita más allá del cielo, Tillich sugirió que volviésemos a dirigirnos hacia el interior y buscásemos al Dios que es el sustento del ser, la fuente de la vida y del amor. Entonces, ¿es nuestra vida una parte de la vida que Dios es?; ¿es nuestro amor una manifestación de un amor que emana de Dios?; ¿está nuestro ser vinculado al ser de Dios y sustentado por él?; ¿es nuestro anhelo místico una ilusión o algo que apunta a una nueva realidad?

Seguramente, una nueva puerta se abre a nuestra búsqueda. Nos estremecemos ante la puerta pero, si nos atrevemos a atravesarla, debemos dejar atrás casi todos los símbolos religiosos de los que nos hemos alimentado en el pasado. Tememos convertirnos en meros “humanistas seculares”. Pero, por otra parte, si renunciamos a atravesar la puerta, podemos gastar todo nuestro tiempo defendiendo, de forma cada vez más histérica, un pasado religioso que agoniza. Nos convertiremos en fundamentalistas, tradicionalistas o católicos preconciliares. Si la única alternativa es “teísmo” o “ateísmo”, este último será el resultado. Yo propongo algo totalmente diferente. Lo que espero es que encontraremos una nueva comprensión de lo que significa ser “humano” y que, en este proceso, descubriremos una unión mística que puede vincularnos y que nos vinculará a lo que es eterno. Esta meta es la que me incita a emprender este viaje que inevitablemente nos saca de la inmadurez de nuestro pasado religioso y nos lleva hacia la maravilla de nuestro futuro no menos religioso.

Inevitablemente, en este viaje los credos cambiarán, las viejas formas institucionales morirán y nacerán otras nuevas, y todas las actuales liturgias se transformarán, pero la eterna búsqueda de Dios continuará. Este es el desafío al que se enfrenta hoy el Cristianismo. Estoy dispuesto a empezar el viaje ahora. Confío en que no estaré solo. 

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