Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
jueves, 8 de noviembre de 2018
Lucas: ¿Una representación original?-John Shelby SPONG-3
Aunque los hombres sabios de Mateo son más vívidos que los pastores de Lucas, sigue siendo un hecho que la historia de la infancia contada por Lucas es mucho mejor conocida que la que nos cuenta Mateo. En la mente común de las masas de los fieles cristianos, la narración bíblica de la Navidad está compuesta por la historia de Lucas, con el añadido de los magos de Mateo como episodio final. Y estoy convencido de que ello es así porque la historia de la Navidad narrada por Lucas se comunicó a la gente desde el principio no a través de la lectura o la predicación, sino mediante la representación. El material de Lucas nos resulta familiar a la mayoría porque, en algún momento de nuestras vidas, todos hemos representado el papel de un pastor, de María, de José, o del dueño de la posada en una representación navideña, y si no hemos participado directamente en ella, hemos sido al menos espectadores de cómo otros representaban esos personajes, como una característica de las costumbres navideñas. Cuando estas representaciones tradicionales de las fiestas navideñas nos presentan a los magos de Mateo arrodillados junto a los pastores ante el pesebre, para ofrecer sus regalos, está claro que la escena de Mateo ha sido incluida en el esquema de Lucas, sin prestar la menor atención a la información que haría inapropiada tal inclusión.
Pero ¿cuál fue el contexto original de la historia de Lucas sobre la Navidad que nos resulta tan familiar? ¿Cómo llegó a desarrollarla Lucas? ¿Cuál era su forma original antes de que el genio adaptador y la pluma creativa de Lucas la moldearan para darle su propia forma'? La clave de la respuesta puede hallarse en la adaptabilidad de este material para la dramatización. Nos resulta fácil escenificarla como representación porque, de hecho, originalmente no fue más que eso: una representación.
Imaginemos un escenario y situémonos entre el público. Reduzcamos el período de tiempo de tal modo que estos acontecimientos tengan lugar en el presente, a medida que se ven. Se levanta el telón y se encuentra uno ante Zacarías. Se entera uno de que es un anciano y justo sacerdote judío y levita, cuya esposa Isabel es estéril. A continuación se nos dice que a Zacarías le cupo en suerte el increíble honor de entrar en el templo del Señor para ofrecer el incienso ceremonial. Se trata de una oportunidad que sólo recae en un sacerdote una vez en la vida. Pero allí dentro, en el templo sagrado, tiene lugar una visión durante la que el ángel Gabriel proclama que la esterilidad de Isabel será superada por la gracia de Dios, y que estas dos personas ancianas engendrarán un niño cuyo nombre será Juan. A continuación, se nos describe con gran detalle el papel de Juan. Zacarías, que duda de esta visión, queda mudo y sordo. Sale del templo, pero no puede realizar el acto ceremonial de bendecir al pueblo, así que sale del escenario y regresa a casa. Se ha experimentado así el poder de la confrontación entre lo divino y lo humano. Así termina la primera escena.
La segunda escena es la anunciación a María. El escenario está vacío y María entra por un lado y Gabriel por el otro. Así, queda preparado el escenario para otro encuentro entre lo divino y lo humano. Este episodio nos informa sobre el nacimiento de Jesús, que será concebido por la acción del Espíritu Santo, que descenderá sobre la joven virgen. Esto debe ser entendido como un momento no de actividad sexual divina, sino de actividad creativa divina. La señal que justifica los detalles de esta anunciación es el mensaje angélico en el que se le revela a María el embarazo de Isabel, su parienta. Luego la escena concluye cuando el ángel se marcha del escenario.
María, a solas en la escena, realiza un viaje simbólico hacia el otro lado, que el público identifica con el paisaje lleno de colinas de Judea, donde entra en el hogar de Isabel, iniciando así la tercera escena. Se produce entonces otra confrontación dramática entre las dos mujeres y sus fetos todavía por nacer, cuyas vidas estarán tan críticamente relacionadas cuando sean adultos. Una vez más se entrecruzan los aspectos divinos y humanos. En el proceso, se nos desvelan más pistas en esta narrativa que se desarrolla ante nosotros. Se afirma la supremacía de Jesús sobre Juan el Bautista, y todas las partes implicadas reconocen esa supremacía. Luego la escena termina cuando María se marcha.
Entonces, Isabel permanece a solas sobre el escenario. Es el noveno mes de su embarazo. La escena se inicia con un semitismo: «Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz» (l, 57). Aparecen en escena gran cantidad de actores secundarios para celebrar este increíble nacimiento de un niño cuyos padres son Isabel y Zacarías, junto con la circuncisión y la imposición del nombre de Juan. Todo ello se ha realizado de una forma tan maravillosa que la gente se pregunta qué papel ha de representar este niño en el drama de la vida. La escena acaba situando a Juan en el desierto, donde volverá a surgir más tarde (en el capítulo 3 de Lucas). Baja el telón y acaba el primer acto.
El segundo acto se inicia con otra explicación sobre la configuración del escenario, para lo que se utiliza un elaborado proceso de datación. Se recuerda un empadronamiento a nivel mundial para propósitos fiscales, con objeto de recordar por qué José y su esposa se encontraban de viaje hacia Belén. Entran en escena desde la izquierda. Se informa al público que han llegado desde Nazaret y que María está a punto de dar a luz. En palabras antiguas. María «estaba encinta». Nace Jesús, su madre lo envuelve en pañales y lo deja en un pesebre, porque, según se nos dice, no había lugar en el mesón.
En la segunda escena del acto segundo, la atención del público, y más tarde la del lector, se dirige hacia el lado opuesto del escenario, lo que quizás se consiguiera apagando lámparas o candiles en un lado y encendiéndolos en el otro. Allí se dramatiza una escena en una colina, en la cercana Judea. Hay pastores vigilando sus rebaños. Es de noche. De repente, el cielo se ilumina con un resplandor celestial. Quizás todos los presentes en la escena dan la máxima capacidad a sus lámparas de aceite. Aparece un ángel para anunciar buenas y gozosas nuevas: en la ciudad de David ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor. La señal interpretativa que se da a estos pastores para permitirles identificar a este niño santo es que se halla envuelto en pañales y que yace en un pesebre. La clara implicación es que los pastores también deben ir, buscar y encontrar.
Los pastores hablan animadamente entre sí, hasta que toman la decisión de ir a Belén y ver aquello que les ha revelado el mensajero divino. Entonces, los pastores caminan a través del escenario, al mismo tiempo que vuelven a encenderse las luces allí donde José y María han estado esperando. De ese modo, los pastores entran en la vida de la sagrada familia y se convierten en los primeros testigos del nacimiento del Salvador. Comparten con los padres la historia de la visión que tuvieron en las colinas, creando una gran maravilla y planteando la cuestión implícita que también se había planteado en el nacimiento de Juan el Bautista: ¿qué será este niño? Precisamente para contestar esta pregunta, referente tanto a Juan como a Jesús, se escribió todo el evangelio que sigue. Sólo María parece comprender, pues guarda todos estos recuerdos para meditar en ellos. Finalmente, los pastores se marchan para regresar a sus pastos.
La escena final de este drama de la natividad es el nombramiento, circuncisión y presentación del recién nacido Jesús. Ello le sirve al autor como instrumento literario para trasladar el drama desde Belén a Jerusalén, y desde el establo al templo. También proporciona un medio para presentar a un anciano, Simeón, y a una vieja mujer, Ana, que continúan informando al público sobre el significado de este niño, incluyendo un indicio de lo que sería la pasión: «una espada que te atravesará tu alma» (Lucas 2, 35). Finalmente, la sagrada familia regresa a Nazaret, donde el niño crece y vive hasta su manifestación ante Israel. Aquí desciende el telón y termina el segundo acto del drama original.
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