jueves, 8 de noviembre de 2018

Lucas: ¿Una representación original?-John Shelby SPONG-2


El tercer evangelio, al que por falta de mejor título llamaré Lucas, se halla estructurado por las escenas relacionadas con el templo judío. Se inicia con la visión de Zacarías en el templo
 (1, 8), y concluye con la escena de los discípulos, posterior a la resurrección, en la que éstos regresaron con gran alegría a Jerusalén, donde estuvieron continuamente en el templo, bendiciendo a Dios (24, 53). Al principio de la historia de Lucas, el mudo Zacarías es incapaz de bendecir al pueblo. Al final, el Jesús resucitado levanta las manos un momento antes de su ascensión cósmica y realiza la bendición propia del sumo sacerdote al mismo tiempo que se separa de ellos. Lucas poseía un gran sentido del drama y de la totalidad. Él también cerró el círculo con regularidad.

En su prefacio, Lucas dijo: «Ya que muchos han emprendido ordenar la narración de los sucesos que se han cumplido entre nosotros», había decidido ordenar las diversas narrativas. ¿Cuáles fueron las muchas narraciones a las que se refirió Lucas? Dos de ellas son, desde luego, evidentes. En la exposición final de su evangelio Lucas se apoyó al menos en Marcos. Sin embargo, utilizó su texto de un modo bastante distinto a como lo hizo Mateo, quien se limitó a ampliar lo que decía Marcos, corrigiéndolo y cambiándolo cada vez que así lo exigían sus convicciones o las sensibilidades de sus lectores. Lucas, en cambio, insertó en su narración grandes fragmentos de Marcos. El hecho de que el texto de Lucas pueda leerse de forma coherente, aunque se le quite el material de Marcos, ha inducido a algunos eruditos a sugerir lo que ha dado en llamarse la teoría proto-Lucas.

Según esta teoría, Lucas escribió su historia en más de una versión, y en el original no incluyó material extraído de Marcos. Los defensores de esta teoría también afirman que toda la narración de la natividad, contenida en los capítulos 1 y 2 de Lucas, fue parte de un añadido posterior. 

El elaborado proceso de fijación de fechas que se inicia en el capítulo 3 (3, 1-3), y la. inclusión de una genealogía después y no antes, como habría sido lo normal, de la historia de la natividad, constituyen para algunos la demostración de que la historia de Lucas se inició con el capítulo 3, y no con el uno, al menos en algún momento de la carrera literaria de este texto. 

La segunda narrativa a la que Lucas parece haber tenido acceso fue el texto de Mateo, o bien el material Q, al que ya me he referido anteriormente. El material, común tanto a Mateo como a Lucas, pero no a Marcos, exige o bien postular la existencia de un material anterior, que sería la fuente Q y de la que ambos dependieron, o bien que los dos dependieran el uno del otro. El erudito inglés Michael Goulder ha sugerido, e incluso defendido vigorosamente, que Lucas dependió de Mateo.3 Sin embargo, no se ha creído concebible la posibilidad de que Mateo dependiera de Lucas. 

La tercera fuente narrativa de Lucas, aunque identificada con claridad, es bastante más especulativa, aunque quizá sea más importante. En los círculos dedicados al estudio del Nuevo Testamento se la denominó fuente L y se la identificó como la fuente especial de Lucas. Incluye todo aquello que no puede asignarse a los libros de Marcos y Mateo, o al documento Q. Pero, una vez hecha esa generalización, es evidente que la fuente L constituye algo más que una sola fuente. Los discursos de Pedro y Pablo en Hechos de los Apóstoles, los cánticos de Zacarías, María y Simeón en la narrativa de la natividad en Lucas, la genealogía de Lucas, muchas de las parábolas únicas que incluye y grandes partes de las narrativas de la natividad, pueden representar, por separado, una fuente diferente que Lucas recopilo antes de iniciar su evangelio. Es posible que una parte de este material fuera escrito pero, seguramente, otra parte fue oral, y algunas cosas las pudo haber creado el propio Lucas. Él habría sido, por lo menos, la primera persona que puso por escrito esa parte particular de la tradición oral. No obstante, sigue existiendo el hecho de que Lucas entretejió todas esas fuentes en su propia narrativa, haciendo que cada parte sirviera a las necesidades del conjunto y revelando los temas de Lucas de una forma consistente. No puede negarse el genio editorial de Lucas en ninguna de estas fuentes que antes pudieron haber estado separadas. 

Con toda probabilidad, el perfil básico de la familiar historia de la Navidad que ahora inicia el evangelio de Lucas tuvo alguna clase de vida independiente antes de que Lucas la hiciera suya. Hay diferencias lingüísticas y estilísticas que separan la historia de la natividad del resto del evangelio. Los capítulos 1 y 2, por ejemplo, están llenos de semitismos que no habrían formado parte natural del vocabulario de este autor gentil de habla griega. «A quien pondrás por nombre Juan», «siendo Herodes rey de Judea», «cuya mujer llamada Isabel», «has hallado gracia en los ojos de Dios», «yo no conozco varón alguno», «el niño que nacerá será llamado santo», todos éstos son semitismos que la lengua griega sólo acomodaba con dificultad. 

En mi opinión, la frecuencia de estos semitismos en los dos primeros capítulos de Lucas indica la existencia de una fuente original, independiente del autor del equilibrio del evangelio. No me convence el argumento (oral) de Jeffrey John, de Oxford, según el cual la dependencia de Lucas con respecto a la Septuaginta explica estas frases semíticas. 

Dentro de la historia de la natividad también hay otras pistas fascinantes sobre lo que podría haber sido su configuración original. Se empleaba una y otra vez una fórmula para cambiar de escenario. Se trataba de una partida o de un regreso, lo que permitía desplazar la escena. La escena de la visión de Zacarías en el templo se concluía con las palabras: «Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa» (1, 23). La escena de la anunciación a María concluía con las palabras: «Y el ángel, dejándola, se fue» (1, 38). La visita de María a Isabel concluye con las palabras: «María permaneció con ella unos tres meses y se volvió a su casa» (1, 56). La escena del nacimiento de Juan el Bautista se concluía alejando a Juan del escenario central: «vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (1, 80). La escena en que se describe la anunciación a los pastores se cerraba declarando que «los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo» (2, 15). La escena en que los pastores encuentran al niño en Belén termina con las palabras: «los pastores se volvieron» (2, 20). La presentación en el templo concluye cuando ellos (María, José y Jesús) «volvieron a Galilea» (2, 39). Finalmente, todo el drama de la natividad termina diciendo: «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (2, 52). Aunque no se trata de una frase que indique traslado o regreso, es una afirmación que anuncia la terminación de la historia de la infancia, preparando así el escenario para el inicio de la historia sobre la vida adulta. Estos puntos de transición tienen el efecto de enmarcar cada escena en un conjunto dramático en el que se puede experimentar su poder y observar su impacto dramático en aumento constante.  

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