miércoles, 28 de noviembre de 2018

¿ MILAGROS O SEÑALES ?-J . S . SPONG


John Shelby Spong


La mayoría de estos relatos son familiares para quienes hemos crecido inmersos en la fe cristiana. Cuando yo era un niño y crecía en Carolina del Norte, me enseñaron que los milagros eran la manifestación y la prueba de la divinidad de Jesús. Me dijeron que Jesús podía hacer aquellas cosas sobrenaturales porque él y Dios eran lo mismo. Esta concepción de los milagros era una conclusión reconfortante pero premoderna, mal informada y destinada a no resistir el paso del tiempo; era, en suma una muestra del nivel que entonces tenían nuestros conocimientos sobre la Biblia y sobre el funcionamiento del mundo.

La primera grieta en esta armadura religiosa se abrió cuando descubrí que había otras historias de milagros en la Biblia, relacionadas con otras personas aparte de Jesús. Si uno tenía que ser Dios para hacer milagros, me parecía que sólo Jesús tenía que poder hacerlos. Pero descubrí que hay milagros en tres ciclos distintos de narraciones bíblicas, y sólo uno de ellos se relaciona con Jesús. Primero, están los milagros asociados a Moisés, el fundador de la religión judía. Y el poder de Moisés había sido tal que los milagros parecían seguir obrándose en torno a su sucesor, alguien llamado Josué. En segundo lugar, había milagros asociados a Elías, a quien se consideraba el fundador de la tradición profética. El poder de Elías, como el de Moisés, fue tan grande que su sucesor, un hombre llamado Eliseo, siguió obrando milagros. Sólo en tercer lugar venían los milagros vinculados a Jesús en los evangelios. Sin embargo, también el poder de Jesús fue tan grande que hubo milagros en torno a aquellos a los que se les consideró sucesores suyos, es decir, los apóstoles. Los milagros de los apóstoles se narrabann en el libro de los Hechos. Así pues, el patrón de los tres ciclos era bastante parecido y ello fue mi primera sorpresa.

Una vez que hube detectado esta semejanza entre los relatos de milagros en la Biblia, examiné cada uno de los ciclos, ávido de comprobar si podía descubrir más semejanzas. Lo primero que advertí fue que, antes de Jesús, la capacidad de obrar milagros no era la consecuencia de afirmar la divinidad del personaje. La idea común era que los hacedores de milagros estaban tan cerca de Dios que el poder divino podía actuar a través de ellos como si de unos recipientes privilegiados suyos se tratase. Sin embargo, nadie considera divino al recipiente.

En el primer ciclo de relatos, el de Moisés-Josué, encontré que los milagros que se decía que habían obrado eran de dos tipos. Había un tipo de milagros que estaban rodeados de un halo de magia. Son historias de milagros rara vez citadas, mencionadas o predicadas en las iglesias, ni siquiera por los fundamentalistas. Hay casi una incomodidad asociada al hecho de encontrarlos en la Biblia. Estos signos mágicos consistían en poderes especiales que Dios supuestamente había dado a Moisés, a fin de utilizarlos en la negociación de la liberación del pueblo hebreo, esclavo en Egipto. Uno de esos poderes era la capacidad de arrojar su vara al suelo y que ésta se convirtiese en una serpiente. Si las negociaciones con el Faraón no iban bien, Moisés debía recurrir a este milagro. Era un truco bastante espectacular, pero al Faraón no le impresionó. Llamó a los magos de la corte y éstos hicieron la misma magia. Arrojaron sus bastones al suelo y también se convirtieron en serpientes. Un milagro que puede obrar tu oponente no es muy efectivo en una negociación. El relato –y el poder de Diosquedaba a salvo cuando léimaos después que la serpiente de Moisés se comía a las serpientes de los magos egipcios. No es de extrañar que semejante cuento no se mencione e incluso se olvide que está en la Biblia. Pero el hecho es que está ahí, lo podéis leer en el capítulo 4 del Éxodo. 

El segundo de los signos milagrosos al que supuestamente podía recurrir Moisés en sus negociaciones consistía en meter la mano en su pecho, como Napoleón, y sacarla después y mostrarla llena de lepra. Cuando aquellos a los que había que impresionar estuviesen ya suficientemente horrorizados, Moisés podía volver a meter la mano en su pecho y quedar ésta limpia y sana de nuevo. Por si estos dos trucos no bastaban para convencer al Faraón de la autoridad de Dios y, por tanto, de la necesidad de liberar a los esclavos hebreos, a Moisés se le dio el poder de producir un tercer signo milagroso: tomar un poco de agua del Nilo, derramarla sobre el suelo y mostrar cómo se convertía en sangre ante los ojos de los anfitriones. Y aún nos cuenta la Biblia que, si todos estos milagros no conseguían asegurar la liberación del pueblo elegido de la opresión del Faraón, entonces, Moisés y Yahvé pasarían a los milagros naturales de gran escala. 

La historia de las plagas que cayeron sobre Egipto y que recoge el libro del Éxodo son los grandes acontecimientos milagrosos que digo. Descubrimos entonces que las aguas del Nilo se convirtieron en sangre, de modo que no se podían beber. Como esto no consiguiera la libertad del pueblo elegido, una enorme cantidad de ranas invadieron el país y lo cubrieron todo, desde las alcobas de los egipcios hasta sus cocinas. Como esto tampoco funcionó, enjambres de mosquitos y de moscas después cubrieron el país. Después, una enfermedad parecida a la de las “vacas locas” atacó a todo el ganado y, a continuación, a todos los egipcios les salieron pústulas. A esto le siguió una tormenta de granizo y, después, el cielo se llenó de langostas. Luego, una extraña oscuridad cubrió toda la tierra pero, como ninguna de estas plagas hizo cambiar de opinión al Faraón, la plaga definitiva a esta nación fue la muerte del primer hijo varón de cada una de las casas y familias egipcias. La matanza fue en la noche de la Pascua.

Seguramente, la gente de la Biblia creyó que Moisés había tenido el poder milagroso de alterar las circunstancias del mundo físico. Dicho poder se confirmó cuando, poco después, separó las aguas del Mar Rojo y luego hizo caer pan del cielo, o “maná”, para alimentar a los israelitas en el desierto. Cuando Moisés murió, corrió la voz de que su poder se había transferido a Josué, quien, entonces, a la manera de Moisés, separó las aguas del río Jordán, hizo caer los muros que rodeaban la ciudad de Jericó, e incluso detuvo el sol en el cielo, a fin de disponer de más horas de luz para masacrar a sus enemigos, los amonitas. Los milagros atribuidos a Moisés y Josué entran en la categoría de poder manipular las fuerzas de la naturaleza y son, pues, “milagros naturales”. 

Aproximadamente cuatrocientos años después, aparecen de nuevo, en la historia judía, algunos relatos de milagros. Esta vez se relacionan con Elías y Eliseo. La mayoría de sus acciones sobrenaturales también parecen ser “milagros naturales”. Elías podía hacer descender fuego del cielo, así como manipular las variables atmosféricas para formar rachas de viento o de lluvia. De ambos profetas se dice asimismo que podían hacer aumentar la cantidad de comida disponible. No se trataba de maná del cielo sino de cantidades de aceite y de harina que nunca disminuían por mucho que se recurriese a ellas. Sin embargo, hubo un nuevo poder milagroso que, por primera vez, se dio en este ciclo de Elías y Eliseo. Elías resucitó de la muerte al hijo único de una viuda y Eliseo resucitó al hijo de un funcionario y curó luego de la lepra a un sirio llamado Naamán. La tradición de los milagros se desarrolló así, de esta manera. 

Había, además, otro lugar de las Escrituras en el que, antes de llegar a la historia de Jesús, se describía y preveía la capacidad de obrar milagros aunque ésta no se hizo efectiva en el momento. En el capítulo 38 de Isaías, alguien debió de preguntar al profeta cómo podría saberse que el Reino de Dios estaba llegando o cuándo se podría prever el “fin del mundo”. Isaías respondió y describió las señales que acompañarían la llegada del fin de los tiempos. Dijo que manaría el agua en el desierto, y que otras señales aparecerían para que todos las contemplasen. Sobre todo, la señal será que la vida humana se tornaría más plena: “los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos saltan y los mudos cantan”. Así, en la expectativa judía de la era mesiánica, se introdujo la idea de que la llegada del Reino de Dios la anticiparía la plenitud de la vida, que sustituiría al quebranto. De esta suerte, si nos fijamos bien en estas fuentes, es decir en las historias de milagros de las Escrituras hebreas, muchas conexiones con los milagros atribuidos a Jesús resultan visibles. 

Descubrimos, entonces, que las tres categorías y ciclos del Antiguo Testamento están también presentes en el Nuevo. Primero, están los milagros naturales: Jesús camina sobre el agua, calma la tormenta, multiplica cinco panes y dos peces para dar de comer a miles de personas y maldice una higuera, haciendo que se seque desde la raíz. Todos son “milagros naturales”.

En segundo lugar, Jesús, como Elías y Eliseo, puede resucitar a otros de la muerte. En Mateo, Marcos y Lucas, levanta de entre los muertos al hijo de un funcionario. En Lucas (sólo en él), resucita al hijo único de una viuda. Y la resurrección de Lázaro se narra sólo en Juan, donde el pasaje culmina el “libro de lo sginos o señales”. 

Por último, los tres primeros evangelios coinciden en presentar a Jesús interviniendo en múltiples curaciones milagrosas. Jesús parece realizar así las señales de la venida del Reino, tal como las enumeró el profeta Isaías. Jesús da la vista a los ciegos, hace oír a los sordos, otorga la plenitud de movimiento a los lisiados y a los mudos les da la capacidad de hablar.

¿Podemos reconocer el patrón que en estos relatos de los evangelios se esconde? ¿No son acaso las conocidas historias de la Biblia hebrea sobre Moisés, Josué, Elías y Eliseo, las que se desempolvan, se amplían y se narran de nuevo, referidas a Jesús? ¿Los relatos de ojos a los que se les hace ver, oídos a los que se les hace oír, cojeras sanadas y mudos que hablan son acontecimientos históricos o son señales que hay que interpretar, pensadas para transmitir la convicción de que Jesús es el Mesías esperado, el que inaugura el Reino de Dios? 

Este análisis plantea múltiples cuestiones y nos ofrece una forma nueva de ver los milagros.   

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reseña para "LA FLOR INVERTIDA" - Puntuación: 🌟🌟🌟🌟🌟 5/5

Opinión: Las letras del autor las conocí por su libro "Equipaje Ancestral" que tuve la suerte de ganarlo en un sorteo que realizo,...