Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
viernes, 30 de noviembre de 2018
Orígenes del Nuevo Testamento. John Shelby Spong-INTRODUCCIÓN
John Shelby Spong
El objetivo de esta serie de columnas es sumergir a mis lectores en los libros que constituyen el Nuevo Testamento. Veintisiete libros forman un volumen que sin duda se puede considerar como el texto que más ha influido y modelado la historia del mundo. El libro más antiguo del Nuevo Testamento es probablemente la Carta primera a los tesalonicenses, que se remonta aproximadamente al año 51 de nuestra era, mientras que el más moderno es probablemente la Carta segunda de Pedro, de alrededor del año 135 dc. Positiva o negativa, la influencia del Nuevo Testamento sobre la historia ha sido siempre poderosa. En el lado positivo destaca claramente la institución de la «Iglesia Cristiana», creada mientras se escribían estos veintisiete libros y que ha inspirado, de diversas formas, a millones de personas. Por su parte, la mayoría de las grandes universidades nacieron en el contexto del compromiso de la Iglesia con el conocimiento, particularmente con la tarea de transmitir a la gente el salvífico conocimiento de las Sagradas Escrituras. La mayoría de nuestros centros sanitarios, desde hospitales a hospicios, surgieron del sentimiento cristiano del valor ilimitado de cada vida humana; sentimiento que conlleva una irresistible necesidad de aliviar su sufrimiento en la medida de los posible. La mayor parte del arte del oriente y occidente cristiano, por lo menos hasta el siglo XVII, representa escenas de alguno de estos veintisiete libros. Estos tesoros artísticos son de tal valor que se conservan en los mejores museos del mundo y son una inagotable fuente de enriquecimiento humano para muchas personas. La mayor parte de la gran música en estas mismas regiones ha sido al menos hasta los albores de la Edad Moderna un intento de expresar los principales pasajes del Nuevo Testamento con los indelebles sonidos que aún hoy reconocemos y cantamos. Pienso en la Pasión según San Mateo y según San Juan, de Johann Sebastian Bach, y en el oratorio navideño El Mesías de George Frederick Haendel. Las tres son un gran tesoro popular. No puede entenderse la historia del mundo o explorar sus entramados culturales sin tener en cuenta el impacto del Nuevo Testamento sobre el desarrollo de nuestra civilización occidental.
Con todo, hay también un lado oscuro del Nuevo Testamento que hay que encarar y del que debemos ser plenamente conscientes a pesar del aura de sus libros y de su antigüedad. La lectura e interpretación del Nuevo Testamento por los creyentes ha sido ocasión directa de muchas víctimas cuyas vidas han sido, en el mejor de los casos, menospreciadas, y en el peor, destruidas. Pienso en el pueblo judío y en su Orígenes del Nuevo Testamento, y en su terrible sufrimiento, a lo largo de los siglos, a causa de la interpretación de este libro. Las palabras atribuidas al pueblo judío por Mateo en su narración de la crucifixión, «que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos», ha sido causa de muchos derramamientos de sangre judía, desde las cruzadas hasta el holocausto nazi. El uso por parte del Cuarto Evangelio de la expresión genérica de «los judíos», recitada tan a menudo apretando los dientes, se ha utilizado, con no poca frecuencia, para legitimar el antisemitismo. El retrato de un hombre llamado Judas (nombre cuyo significado no es otro sino la traducción griega del nombre de aquella nación) como el antihéroe de la historia de Jesús, ha servido a los cristianos, a lo largo de los tiempos, como justificación para su revanchismo contra esta etnia.
La verdad de que Jesús fue judío, igual que lo fueron todos sus discípulos, así como los autores de los veintisiete libros del Nuevo Testamento, se pierde y difumina en medio de este sentimiento hostil. (La única excepción posible a la afirmación de que todos los autores del N.T. fueron judíos es Lucas, es decir, aquél a quien se considera autor tanto del Evangelio que lleva su nombre como de los Hechos de los Apóstoles; el cual, según se cree, nació gentil pero se convirtió al judaísmo, antes de pasar de la sinagoga a la iglesia cristiana.) La verdad de que fueron judíos los grandes del comienzo del cristianismo, incluido Jesús, significa que, cuando leemos el Nuevo Testamento, no leemos otra cosa sino las palabras de unos autores judíos que interpretaron la experiencia y la influencia de un judío llamado Jesús al hilo, sobre todo, de las Escrituras judías y bajo la influencia de sus tradiciones. Pese a ello, estos libros han alimentado durante siglos una animadversión mortal antisemita. Los principales transmisores de esta hostilidad han sido los contenidos y los materiales utilizados en muchas catequesis. Por lo tanto, sería desconcertante y extraño que el pueblo judío considerase estos veintisiete libros como una Escritura Sagrada.
A lo largo de la historia, la esclavitud se ha justificado asimismo a partir de palabras tomadas del Nuevo Testamento. En Occidente, fueron cristianos temerosos de Dios y lectores de la Biblia quienes practicaron la esclavitud. Papas de diferentes épocas han tenido esclavos. La parte de los Estados Unidos que luchó ferozmente para mantener esta denigrante lacra social también se conoció con el nombre de «El cinturón de la Biblia». Fueron lectores de la Biblia quienes, en el Sur, hicieron del linchamiento un acto legal, quienes cambiaron la esclavitud por la segregación social y quienes se opusieron a cada intento de conseguir la igualdad racial. Buena parte de estas conductas se justificaba por algunas intervenciones de Pablo, quien, en su carta a Filemón, instó al esclavo Onésimo a volver con su amo mientras, a la vez, animó a su amo, Filemón, a perdonarlo. En la Epístola a los Colosenses, Pablo, o uno de sus discípulos, redactor de la Carta, mandó a los esclavos obedecer y a los amos ser amables con ellos. Quizá podría argumentarse que una esclavitud amable es preferible a otra cruel y rigurosa, sin embargo, esto no quita que el autor de la Carta aceptaba la esclavitud, sin la menor intención de eliminarla, lo cual, durante siglos, sirvió para legitimar esta institución en la mente de muchos. Cabe preguntarse con qué ojos pueden ver el Nuevo Testamento aquellos que sufrieron la esclavitud en sus propias carnes y en la de sus descendientes, y que aún han padecido la segregación de ser ciudadanos de segunda clase. Estas Escrituras no han sido fuente de vida y de esperanza para las víctimas de nuestros prejuicios.
Las mujeres también han soportado lo suyo a causa de un Nuevo Testamento escrito, interpretado y leído por y para el varón. A lo largo de la historia, ellas han sufrido una misoginia profundamente arraigada en todos los niveles culturales a través de admoniciones tales como la que se recoge en Efesios: «las mujeres están para obedecer a sus maridos»; o en Corintios: «las mujeres deben permanecer en silencio en la iglesia»; o en Timoteo, donde se afirma que las mujeres tienen prohibido ejercer autoridad alguna sobre los hombres. Debido a la influencia del Nuevo Testamento, en el mundo cristiano, las mujeres han tenido vetado el acceso a la enseñanza superior durante siglos. Como resultado, hasta bien entrado el siglo XX, se les ha denegado el desempeño de una profesión, el derecho al voto, la capacidad para figurar como propietarias de bienes, así como las funciones de liderazgo. Cuando por fin la mujer se benefició de alguna iniciativa para conseguir ciertos derechos de igualdad, el origen de esta iniciativa fue secular. La Iglesia prácticamente siempre opuso resistencia a estos cambios citando con vehemencia la Escritura. En numerosas partes del mundo, esta retórica contra las mujeres, basada en la Biblia, aún continúa promoviéndose por organismos eclesiásticos oficiales y por simples creyentes. Cabe preguntarse cómo la mujer puede sentir interés hacia los textos de este libro.
Se podría decir lo mismo de los gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. Ellos también han vivido una historia repleta de hostilidades alimentadas por una lectura de la Biblia que ha justificado torturas y asesinatos. Se han utilizado diversos textos: desde aquel de la Carta a los Romanos que consideraba antinatural la homosexualidad y la condenaba, hasta los de otras epístolas en las que la palabra griega arcenokoitus (que se refiere a un hombre pasivo ) se malinterpretaba como desviado, sodomita o pervertido, aunque su significado original parece haber sido, más bien, prostituto. No hay duda de que, hoy en día, el núcleo homofóbico occidental está en las iglesias cristianas, que cada vez más se convierten en un gueto apartado de la sociedad, con dirigentes que abarcan desde el Papa hasta Pat Robertson. Por eso cabe preguntarse cómo es que algún homosexual pueda apreciar aún el mensaje del Nuevo Testamento.
Me parece imposible exagerar a la hora de describir cuáles sean las dimensiones de la ignorancia bíblica entre los cristianos. La mayoría de las referencias literales, que comportan una mala interpretación del significado de la Biblia, provienen de esta ignorancia oceánica. Buena parte de lo que se dice desde el púlpito católico o protestante no sólo es reflejo de esta ignorancia sino que es causa del aumento de su extensión.
En esta serie de columnas, intentaré hacer frente a esta ignorancia bíblica y quebrar la influencia de la misma en parte, al menos, de nuestra población. Al mismo tiempo, procuraré evitar cualquier uso y referencia a tecnicismos propios del mundo académico sobre la Biblia, que parecen entusiasmar a tantos investigadores y que alejan a otros muchos. Haré todo lo posible por exponer con claridad cómo y por qué se escribieron estos libros, y me esforzaré en combatir la constante malinterpretación literal que nuestra cultura actual hace de la Biblia tan a menudo. Abordaré el significado y los puntos clave de cada libro del Nuevo Testamento, tal como hice anteriormente con los del Antiguo Testamento . Intentaré mostrar las diferencias que hay entre los cuatro evangelios; diferencias que ponen al descubierto más contradicciones de las que muchos podrían llegar a imaginar. Espero que mis lectores disfruten esta aventura. Yo estoy seguro de que sí que lo haré.
Y una última nota. Un cierto número de pequeñas parroquias, a lo largo del mundo de habla inglesa, usa estas columnas en sus reuniones entre adultos. En ellas, la suscripción a estas series por parte de los asistentes, así como la preparación de copias para los visitantes, permiten tener un tema común de estudio y de intercambio. El responsable simplemente reúne el grupo e introduce el tema. Este papel de organizador, lo puede desempeñar la misma persona siempre o pueden turnarse varias, siempre y cuando se mantenga el objetivo de la iniciativa: entablar un intercambio abierto, donde la gente pueda opinar, preguntar y comentar cualquier tema que lo escrito le pueda surgir. Cuando el grupo es demasiado grande para una discusión fluida, es mejor que éste se divida. Me llena de orgullo que mis columnas puedan servir de instrumento para iniciar de una reforma que tantos anhelamos. Como mínimo, espero que la gente encuentre en el Nuevo Testamento la riqueza que, durante siglos, muchos eclesiásticos de mentes estrechas han intentado alejar del cristiano normal. Que ustedes lo disfruten!
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