sábado, 24 de noviembre de 2018

Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir-John Shelby SPONG-3


texto tomado del prólogo del libro homónimo:Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir Una nueva Reforma de la fe y la práctica de la Iglesia John Shelby SPONG Título original: Why Christianity Must Change or Die. A new Reformation of the Church's faith and practice, HaperCollins Publishers, New York, 2003 Primera edición: febrero de 2014.

La publicación de cada libro resucitó de nuevo los debates teológicos. Los periodistas volvieron a la fuente de información común y reescribieron los artículos de controversias previas con un giro. Mi sugerencia de que Pablo pudo haber sido un hombre gay reprimido se convirtió en una afirmación dogmática. Mi cuestionamiento sobre por qué los relatos del nacimiento fueron escritos originalmente se convirtió en una aserción de que María había sido violada.

Mi intento de probar el origen de las narraciones sobre la resurrección, fue cambiado por la acusación de que yo negaba la veracidad de la resurrección. Mi análisis del principio de organización que está detrás de la tradición sinóptica, lo volvieron una acusación de que yo no creía para nada en la Biblia. La culminación de este tipo de periodismo llegó en 1997, cuando el Edinburgh Evening Newspaper (Escocia), en un largo artículo que publicó, me llamó “el obispo más radical del mundo”.

Sin embargo, cada uno de estos libros encontró una audiencia entusiasta de personas laicas, que estaban dispuestas a ser llevadas mucho más allá de las distorsiones de estos titulares. Me llegaron invitaciones para hablar de estos temas de todo Estados Unidos y de todo el mundo. El recibimiento que me dieron me dio la fama de ser uno de los autores religiosos más conocidos en el mundo angloparlante. Pero también encontré una hostilidad creciente e incansable entre ciertos grupos de personas ordenadas y entre sus amigos laicos, en círculos conservadores, evangélicos y fundamentalistas.

Tengo una “escuadrón de la verdad” establecido en una universidad evangelista teológica en Sidney, que me siguió a través de toda Australia dondequiera que daba conferencias, y distribuían sus folletos y propagandas, diseñadas para callar mi testimonio. He dado conferencias con guardias de seguridad que me protegían en Calgary, Alberta. He caminado a través de vallas de gente gritando en San Diego, California, para poder dar una conferencia. He soportado una amenaza de bomba en la universidad católica de Brisbane, Queensland. He recibido dieciséis amenazas de muerte, provocadas todas por, citando a la Biblia, “verdaderos creyentes”. Finalmente, he sido atacado en libros de la derecha religiosa por personas como Alistair MacGath, N.T. (Tom) Wright, y Luke Timothy Johnson, y en una monografía de ensayos titulada ¿Puede estar equivocado un obispo?, editada por Peter Moore de la Escuela Trinity para el Ministerio, un seminario evangelista en el oeste de Pennsylvania.

Todos estos esfuerzos tuvieron su efecto. Cuando se publicaron los libros que me atacaban, que eran abiertamente hostiles y sin ningún mérito académico, mi reputación controvertida se solidificó. Ya ni siquiera trato de negarlo.

De hecho, estoy agradecido a cada uno de mis críticos. Lo que hicieron, involuntariamente, fue identificarme como una ayuda para las personas religiosas insatisfechas de nuestro mundo, que desean creer en Dios, pero sienten rechazo hacia el fundamentalismo que tan frecuentemente se disfraza de cristianismo. Los correos que he recibido de estas personas son increíbles. He tratado de contestar cada carta, y en el proceso he construido una audiencia que ha viajado conmigo en mi búsqueda de una forma de ser un creyente honrado y profundamente comprometido en nuestros días. Escribo este libro para esa audiencia. Como yo, ellos son creyentes en el exilio.

Hago una pausa para reconocer a aquellos con los que estoy en deuda por este libro. Recuerdo especialmente la influencia que tuvieron tres de mis maestros y guías. El primero fue John Elbridge Hines, obispo de la Iglesia Episcopal (Anglicana) en Estados Unidos, de 1964 a 1973, que tuvo valor suficiente para que sus convicciones llevaran al cristianismo a lugares a los que nunca antes había llegado, y que tuvo la gracia y la integridad de ser sometido a insultos sin contestar negativamente. John Hines fue un hombre institucional, y, aunque poseía una mente brillante, no tuvo el tiempo para estudiar temas bíblicos y teológicos con mayor profundidad. Sin embargo, más que cualquier otra figura eclesiástica que yo conozca, empujó a su Iglesia a un verdadero diálogo con el mundo real.

El segundo fue John A. T. Robinson, un obispo inglés entre los '60 y los '70, que fue el autor del best-seller Honest to God (Sincero para con Dios en español, véase la bibliografía) Este hombre labró un difícil camino –que también yo he querido recorrer– tratando de combinar su carrera de obispo con su carrera de investigador y escritor. Fue también a través de nuestra relación personal como me inspiró a asumir la tarea que estaba proponiendo. Agradezco mucho que mi esposa Christine yo hayamos podido seguir en contacto con la viuda de John Robinson, Ruth, y con su hermano, Edward, a lo largo de los años. De hecho, me senté en el escritorio de John Robinson en Arncliffe en North Yorkshire en junio de 1997 para trabajar el capítulo sobre la oración de este libro, siendo Chris y yo huéspedes de Ruth en la casa de los Robinson, esa experiencia me hizo sentir lo profunda que es mi deuda con John Robinson, mientras continúo su honesto intento de reconciliar la auténtica fe cristiana con el conocimiento y la consciencia.

El último maestro que tengo que mencionar es Michael D. Goulder, un profesor retirado de la Universidad de Birmingham en el Reino Unido. También es el único estudioso que conozco del Nuevo Testamento que ahora reconoce ser ateo, y que renunció tanto a su sacerdocio como a ser miembro de la Iglesia cuando sintió que ya no podía ser parte de la fe de una comunidad cuyo dios era demasiado pequeño para ser Dios para él y su mundo. Michael es un símbolo de aquellas personas para las cuales la Iglesia parece ser que no puede extender suficientemente sus límites para incluirlos. Pero más de lo que él ha podido pensar, para mí ha abierto las ventanas a una nueva visión de Dios.

También he pasado un tiempo precioso con Don Cupitt de la Universidad Emmanuel de Cambridge; Keith Ward, de Christ Church en Oxford; con algunos miembros del Jesus Seminar; con el físico australiano Paul Davis; con la mundialmente conocida autora Karen Armstrong; con el profesor “hereje” Lloyd Geering de la Iglesia Presbiterana de Nueva Zelanda; así como muchos otros cuyos pensamientos y trabajos me han movido para explorar las áreas que planteo en este libro. Sorprendentemente, para algunos de mis maestros, como Cupitt y Goulder, soy un incorregible conservador por permanecer comprometido con la Iglesia y la fe cristiana. Para los otros, Robinson, Armstrong y Ward, soy un compañero de peregrinaje. Sin embargo, ninguno de ellos se sorprenderá al ver que me autodefino “un creyente en el exilio.”

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