martes, 20 de noviembre de 2018

Supongamos que Jesús estuvo casado- John Shelby SPONG-3


Si nos trasladamos por un momento al evangelio de Lucas, encontramos la historia de María y Marta que viven en un pueblo y reciben a Jesús en su casa (Lucas 10, 38 y ss,). Juan también escribe sobre estas dos hermanas e identifica el pueblo como Betania, diciendo que estas dos hermanas tienen un hermano llamado Lázaro (Juan 11, 1 y ss.). Juan también identifica a la hermana llamada María como «la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos» (Juan 11, 2). Resulta interesante observar que Juan no nos transmite esta historia hasta el capítulo 12, versículo 3, a pesar de referirse a ella en el capítulo 11.

Marcos también contó una historia sobre una mujer en Betania que ungió a Jesús con «nardo puro», vertiendo aceite sobre su cabeza. En Marcos no se cita el nombre de la mujer, pero Jesús dijo de esta acción que era «una obra buena en mi» (Marcos 14, 6). Ni en Marcos ni en Juan se hace la menor alusión a que esto pueda ser otra cosa que un gesto de amor íntimo. Lucas, sin embargo, cuenta una historia similar (Lucas 7, 37 y ss.), aunque habla de «una pecadora pública» de la ciudad. En el siglo I esas palabras se utilizaban con frecuencia para describir a una prostituta. En la narrativa de Lucas, los detractores de Jesús dicen: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora» (Lucas 7. 39).

 Lucas no identifica a esta mujer con María, la hermana de Marta, tal y como hace Juan. Pero cuando Lucas cuenta la historia de la visita de Jesús a la casa de Marta y María surgen otros datos interesantes. Jesús no sólo es un invitado, sino que Marta se haya ocupada en muchos quehaceres de la casa, mientras María escuchaba a Jesús, sentada a sus pies. Marta se les acerca y le pide a Jesús que le ordene a María ayudarla en el trabajo. ,Cuál era la relación entre Jesús, un invitado, y .María, la hermana de Marta, como para que ésta asuma que Jesús tiene autoridad suficiente para ordenar algo que María obedecería? En la sociedad judía de la época, esa clase de autoridad sólo existía en la relación matrimonial. Si esta María pudiera identificarse, de hecho, con María Magdalena, tal y como sugieren numerosos eruditos, la actitud íntima de ungir con aceite la cabeza de Jesús, besarle los pies y secárselos con el cabello, habrían sido cosas hechas a Jesús por María Magdalena. Y esas acciones sólo serían apropiadas desempeñando uno cualquiera de dos papeles posibles: María era, o bien su esposa, o bien se trataba de una prostituta. 

Juan y Marcos tratan este episodio como un momento íntimo dentro de un círculo muy estrecho, sin el menor indicio de que haya nada impropio. Lucas trata el episodio como si la mujer fuera una mujer de la calle. Al mismo tiempo, Lucas trata a María, la hermana de Marta, de una forma muy positiva, y no identifica a María con la mujer que es «una pecadora». En realidad, la mujer de la ciudad a la que se refiere Lucas no aparece citada por su nombre.

¿Tenemos en Lucas el primer indicio de la necesidad de apartar a María Magdalena de la vida de Jesús mediante el procedimiento de manchar su reputación, al mismo tiempo que, lenta pero inexorablemente, se va elevando el papel de María, la madre de Jesús, como la mujer fundamental de la historia cristiana? Lucas trata con amabilidad a María, la madre ele Jesús. En su evangelio, la madre de Jesús, «guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón» (Lucas 2, 19). También está presente en Pentecostés (Hechos 1, 14). Además, Lucas ha suavizado premeditadamente la crítica de Marcos sobre la madre de Jesús (compárese Marcos 3, 31-35, con Lucas S, 19-21). ¿Empieza a encajar esto en una pauta? Pero hay mucho más que considerar. 

¿Qué significa Magdalena? Según la sabiduría popular, el nombre de Magdalena procede de la ciudad de Magdala. Sin embargo, nadie ha podido identificar hasta ahora una ciudad con ese nombre. No se la menciona en ninguna parte de las escrituras hebreas o en los escritos de Josefo. Un erudito ha sugerido que Magdalena fue derivado por Marcos de la palabra hebrea magdal, que significa gran, grande. Si eso fuera exacto, María Magdalena habría significado originalmente María la grande, o la gran María. Si esta María es la grande, y la madre de Jesús es la María secundaria, ¿cuál tuvo que haber sido la relación de Magdalena con Jesús? 

¿Acaso no es el de esposa el único papel femenino que superaría en rango el papel de madre? 

Evidentemente, estos datos no son concluyentes, pero sí constituyen una argumentación acumulativa en el sentido de que Jesús pudo haber estado casado, que María Magdalena fue su esposa, como mujer principal en la propia historia narrada en el evangelio, y que ese dato fue suprimido pero no aniquilado por la Iglesia cristiana antes de que llegaran a escribirse los evangelios. Sin embargo, esa relación fue tan real que los indicios sobre la misma se encuentran desparramados por los evangelios.

El argumento final en apoyo de esta idea me parece encontrarlo en la forma en que María Magdalena ha sido tratada en la historia cristiana. No existe la menor evidencia bíblica de que María Magdalena fuera una prostituta. Lucas, que parece el más inclinado a dañar la reputación de María Magdalena, dice que fue una mujer de la que Jesús había sacado siete demonios (Lucas 8. 2), pero esa tradición no se ve corroborada por ningún otro evangelio. Lucas también presenta a una mujer que es pecadora, y que acude a ungir a Jesús en casa de un fariseo en Betania, pero no la identifica con la mujer llamada María. Juan, sin embargo, dice que esa mujer fue, de hecho, María, pero que ese episodio tuvo lugar en su propia casa, en compañía de su hermana Marta y de su hermano Lázaro. Cuando Juan cuenta la historia no se observa en ese acto el menor indicio de actitud pecaminosa. Ni siquiera Lucas muestra negatividad alguna al relatar la narración de las dos hermanas, María y Marta, presentándolas más bien como buenas amigas de Jesús. 

A finales del siglo I surgió en la vida de la Iglesia cristiana una clara necesidad de eliminar a María Magdalena, la mujer de carne y hueso que estuvo al lado de Jesús en la vida y en la muerte, y sustituirla por una mujer asexuada, la madre virgen. El registro de la historia nos indica que eso se consiguió presentando a Magdalena como una prostituta, asesinando así su carácter. 

Eso me induce a pensar por qué María Magdalena se convirtió para la Iglesia en una amenaza tan grave. ¿Por qué sigue existiendo en nosotros una sensación que va desde la incomodidad hasta la revulsión, cuando oímos la sugerencia de que Jesús pudo haber estado casado? Sugiero que, en una medida mucho mayor de la que nos damos cuenta, somos víctimas subconscientes de la negatividad histórica desplegada hacia las mujeres, y que ha sido uno de los grandes «regalos» hechos por la Iglesia cristiana al mundo. Esa negatividad es tan omnipresente que seguimos considerando el santo matrimonio como algo menos que lo ideal, y seguimos funcionando a partir de una comprensión de las mujeres que las define como una fuente de pecado, contaminadoras de los hombres que, por lo demás, son morales. Porque sólo al servicio de esa actitud recibiríamos con temor y negatividad la sugerencia de que Jesús pudo haber estado casado. De algún modo, esa sugerencia parecía comprometer su perfecta humanidad y su completa divinidad. 

En mi opinión, estas actitudes negativas con respecto a las mujeres se introdujeron en la historia cristiana durante los primeros años del siglo II. También creo que el vehículo fundamental por el que estas definiciones de las mujeres penetraron en el cristianismo fue la figura de la virgen María. Además, sugiero que las mujeres han sido víctimas de esta tradición y que en la Iglesia actual apenas estamos empezando a superar ese antiquísimo estereotipo. No me cabe la menor duda de que terminará por ser superado y que no sobrevivirá a la revolución de nuestra conciencia, como una consecuencia directa de la figura de la virgen María, creada por los hombres, e impuesta por ellos. Esa nueva conciencia tendrá que debatir la posibilidad de que el propio Jesús estuviera casado. 

Según intentaré demostrar a continuación, la figura de la virgen se ha empleado como arma masculina para reprimir a las mujeres, definiéndolas en nombre de un Dios llamado Padre como menos humanas que los hombres, como la fuente de un deseo sexual que se creía maligno y, en consecuencia, como culpables por el simple hecho de ser mujeres. Estoy convencido de que, para que el cristianismo viva como una fuerza en el siglo XXI, debemos destruir la imagen femenina negativa que se centra en la figura de la virgen. Si eso es cierto, debemos desafiar abiertamente y dejar al descubierto los elementos destructivos existentes en el retrato de la Virgen Madre de Jesús, que fue el regalo que hicieron las narrativas de la natividad a la historia del pensamiento cristiano.   

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