miércoles, 12 de diciembre de 2018

CONCLUSIÓN DE LUCAS Y DE LOS SINÓPTICOS-John Shelby Spong


 John Shelby Spong


En esta columna última sobre el tercer evangelio que llamamos de Lucas, quiero resumir y dejar bien clara la tesis principal que he tratado de desarrollar al comentar los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas). Mi tesis es que cada uno de ellos se organiza sobre la base del ciclo litúrgico de la sinagoga, en cuyo entorno el cristianismo vivió durante las primeras generaciones, como un movimiento más dentro del judaísmo; y que, por tanto, estos evangelios deben leerse a través de este prisma. El pensamiento griego tardío, que dio forma a los credos del siglo IV que han sido la esencia de la doctrina cristiana hasta nuestros días, distorsiona actualmente el mensaje del evangelio de forma radical. 

Ya hemos observado que Marcos fue el primer evangelio que se escribió y que tanto Mateo como Lucas lo incorporaron, adaptándolo a la mentalidad de la comunidad para la que cada uno de ellos escribía. La comunidad de Mateo era judía y tradicional. La de Lucas, en cambio, la formaban, sobre todo, judíos de la diáspora, que vivían lejos de su tierra y que interactuaban, cada vez más, con sus vecinos gentiles quienes, a su vez, empezaban a acercarse a la comunidad de Lucas atraídos por el monoteísmo ético del judaísmo ya que debían afrontar la decadencia de los dioses del Olimpo. Por eso Mateo, como judío, al contar su historia de Jesús, utilizó el telón de fondo de la gran figura de Moisés, cuya relevancia simbólica provenía de ser, para los judíos, el padre de Ley. Mientras que, en cambio, Lucas, cuya mentalidad era más universalista, formó su relato de Jesús a partir de la gran figura de Elías, cuya relevancia simbólica, más abierta al exterior, provenía de ser el padre del movimiento profético. El ciclo litúrgico de la sinagoga, de un año de duración, fue la causa también de que el ministerio público de Jesús durara un año en ambos autores. Esta secuencia temporal (ahora estoy convencido de ello) no tiene que ver con la duración real del ministerio de Jesús y sí con el hecho de que, en estos evangelios, el ministerio de Jesús se rememora y se narra conforme a la liturgia judía de la sinagoga.

 Según el Levítico (23:24), la primera festividad del calendario litúrgico judío era la Pascua, que se celebraba los días 14 y 15 del mes Nisán, el primero del año. Lógicamente, los cristianos narraron la Crucifixión de Jesús con esta celebración de la Pascua como telón de fondo, de modo que lo ajustaron al calendario judío e hicieron que su relato sobre Jesús terminara en el Sabat y en el primer día de la semana tras la Pascua, semana en la que ellos celebraban la Resurrección. Por lo tanto, el inicio del año litúrgico cristiano fue siempre una semana después de Pascua y a veces dos. Asumido este desfase, los evangelios sinópticos marchan de forma muy organizada hacia las otras fiestas y días de ayuno del año judío. Con esto como preámbulo, voy a tratar de concentrar mi consideración final sobre el evangelio de Lucas, en la cuestión de cómo este evangelista en particular siguió, de fondo, el patrón litúrgico de la sinagoga. Este enfoque situará al evangelio de Lucas en un contexto muy diferente del que los cristianos tradicionales dan por supuesto. 

Cincuenta días o siete Sabats después de la Pascua, los judíos observaban la fiesta del Shavuot o Pentecostés (que significa 50 días). En dicho día recordaban la entrega de la Torah a Moisés, en el Monte Sinaí. Los judíos consideraban que la Ley era el más precioso regalo que Dios les había dado. En cambio, Lucas, probablemente por influjo de Pablo, creía que el Espíritu Santo, y no la Ley, era el regalo más precioso de Dios a los cristianos. Cuando Lucas cuenta el Pentecostés cristiano en el capítulo 2 de los Hechos (que es el segundo tomo de su evangelio), esta idea es capital. Así que Lucas quiere asegurarse de presentar el tema de Pentecostés, en su evangelio, de forma que se adecue a la historia de Jesús y que concuerde, a su vez, con el Shavuot. Veamos su ingenioso modo de lograrlo. 

En primer lugar, Lucas debe proporcionar material sobre Jesús que cubra los siete Sabats que van de la Pascua al Shavuot. Lo logra ampliando las narraciones del nacimiento, enriquecidas con detalles muy elaborados sobre la natividad de Juan Bautista y de Jesús. Luego, relata partes substanciosas de la predicación de Juan Bautista hasta que, cuando llega la lectura que corresponde al Shavuot, le hace decir a Juan: «yo bautizo con agua pero el que viene detrás de mí, que es más poderoso que yo, os bautizará con el Espíritu y con fuego». Con ello señala al Pentecostés cristiano, al que interpretará según lo describirá en el capítulo 2 de los Hechos. A continuación, Lucas añade una genealogía más larga que la de Mateo, y alarga también el relato de los cuarenta días que se supone que Jesús pasó en el desierto, tentado por el diablo. Luego, añade suficiente material como para completar la fase del ministerio en Galilea y, para ello, recurre a buena parte del contenido que Mateo había incluido en el Sermón del Monte. Finalmente, tras crear una narración suficiente como para ocupar cinco meses y medio, se encuentra ya a las puertas de la celebración del Año Nuevo o Rosh Hashanah, el mismo lugar en el que Marcos inició su evangelio con Juan Bautista y su anuncio del Reino. Sin embargo, Lucas había usado ya esta escena mucho antes, como hiciera primero Mateo, y por eso necesita transmitir el mensaje de Rosh Hashanah de forma distinta. Igual que Mateo, reintroduce a Juan, quien ahora está en prisión y envía un mensajero a preguntar a Jesús: «Eres tú el que ha de venir?» A lo que Jesús responde con una cita de Isaías 35, la lectura preferida de la sinagoga para Rosh Hashanah. En ella el profeta anuncia los signos de la llegada del Reino, es decir, que «el ciego ve, el sordo escucha, el cojo camina y el mudo prorrumpe en cantos». Entonces, Lucas, cuando llega al fragmento 7:18-23, sincroniza ya con Marcos y presenta las historias que permiten que el año litúrgico cuente, en este punto, con una referencia a Juan Bautista. Así queda clara la configuración del mensaje de Jesús en consonancia con la vida litúrgica en la sinagoga.

 Rosh Hashanah es la primera de las tres grandes fiestas judías del mes de Tishri, el séptimo del calendario judío. Se celebraba esta fiesta el primer día de Tishri, mientras que el Yom Kippur se celebraba el décimo y el Shukot (la fiesta de la cosecha) durante la semana del 15 al 22. Introducido ya el Bautista y celebrado el Rosh Hashanah, debemos atender a las historias del Yom Kippur y del Shukot, que vienen seguidas. Primero, un grupo de versículos (7:24-35) destinados al Sabat que cae entre el 1 y el 10 de Tishri, cuyo contenido es un elogio del Bautista por parte de Jesús, junto con una diatriba a «esta generación», y a continuación, el mensaje del Yom Kippur, es decir, el del día de la Expiación, aparece en el centro de la escena y es (7:36-50) el relato de la mujer que entra en la casa donde Jesús está comiendo y le unta los pies. Fijaos conmigo ahora en este relato de Lucas. 

Lo primero que se nota es que está fuera de lugar, al menos fuera del lugar en que lo sitúan Marcos y Mateo. En sus evangelios, la unción de Jesús por parte de la mujer ocurre inmediatamente antes de la Crucifixión (Mc. 14:3-9 y Mt. 26:6-13), hasta el punto de que Jesús dice de ella que lo «ha ungido para la sepultura» (Mc. 14:8 y Mt. 26:12). Lucas desplaza, pues, la historia y la sitúa antes, durante el ministerio de Jesús en Galilea. Otro cambio es que ni Marcos ni Mateo incluyen el menor indicio de escándalo por la conducta de la mujer, ni ninguna otra sugerencia de que sea una pecadora. Tampoco ella, en estos dos evangelios, acaricia los pies de Jesús ni los seca con sus cabellos. Así que Lucas no sólo adelanta en el tiempo la historia sino que subraya la sensualidad de la escena y sugiere, además, la calidad moral inferior de la mujer. La que acaricia y besa los pies de Jesús es una mujer de la calle y una prostituta; es, por definición, impura y, al tocar a Jesús, lo convierte a él en impuro. Por eso el anfitrión de Jesús, un fariseo, cree que éste no es un profeta; porque, si lo fuera, habría sabido la clase de mujer que era y no le habría permitido aquel comportamiento. 

Con estos datos, si relacionamos la historia de Lucas según el lugar que ocupa en el evangelio, con el fondo del año litúrgico judío, descubrimos que coincide exactamente con la fiesta del Yom Kippur, o de día de la Expiación, y comprendemos que Lucas la situó donde lo hizo y la adaptó justo para que se adaptara a dicha celebración. En el Yom Kippur la gente se purificaba de sus pecados y Lucas, por tanto, presenta a Jesús como el que se mezcla con los impuros sin afectarle para nada la impureza, y como el que transforma y purifica dicha impureza. Esto es la Expiación. Y Lucas concluye la historia haciendo que Jesús espante los demonios de María Magdalena y de otras mujeres, tema, una vez más, del Yom Kippur.

 Finalizada esta celebración, Lucas vuelve a coincidir con Marcos, de quien toma la parábola del sembrador para hacer uso de ella en la celebración del Shukot. Esto ocurre al comienzo del capítulo 8; sin embargo, como era de prever, la parábola se abrevia considerablemente porque la comunidad de Lucas, más afín a los gentiles, no celebraba fiestas de ocho días ni vigilias de veinticuatro horas. Lucas, a medida que se acerca a la fiesta de invierno llamada de la Dedicación, o Hanukah, relata, como Marcos, la historia de la Transfiguración, de modo que quede claro que la luz de Dios ya no vuelve al Templo sino que recae en Jesús, que es el nuevo Templo. 

A continuación, Lucas hace que Jesús inicie su viaje a Jerusalén. Utiliza la estructura del viaje como la cuerda en la que colgar el material en el que él concentra el magisterio de Jesús. Así se suceden una serie de enseñanzas hasta que Jesús entra en Jerusalén el domingo de Ramos. El evangelio de Lucas completará el ciclo cuando Jesús celebre la Pascua el jueves, antes de que lo detengan y crucifiquen el viernes y resucite el domingo. El viaje que partió del Sabat siguiente a la Pascua, pasó por las fiestas judías de Shavuot, Rosh Hashanah, Yom Kippur, Shukot y Hanukah, concluye de nuevo en la Pascua. Así fue como se formó el ciclo del recuerdo de Jesús, cuyos engarces se ajustaron al año litúrgico de la sinagoga. Así fue como surgió la forma de los evangelios, al menos de los sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas).

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