miércoles, 12 de diciembre de 2018

EL LIBRO DE LOS HECHOS-John Shelby Spong


John Shelby Spong 

En los primeros manuscritos de la Biblia cristiana, el libro de los Hechos respondía al propósito de ser una transición entre los evangelios y las epístolas, y por eso se puso en medio de ellos. Sin embargo, esto, pese a que parece lógico que los relatos de la vida de Jesús estén antes que los relatos de la expansión del cristianismo, expansión en la que parece que sólo se escribieron las epístolas, da pie, por ello, a un serio error de apreciación histórica porque las epístolas auténticas de Pablo se escribieron entre el 51 y el 64 dc., es decir, antes de que se redactaran los evangelios; tres de los cuales son de entre el 70 y el 93 dc., mientras el cuarto, el de Juan, es aún posterior, del 95 al 100 dc. Dentro de este marco, también hay que situar las "epístolas pastorales" de autoría paulina pero que, con toda seguridad, sólo están escritas en su nombre pues son de después de su muerte, que fue en torno al año 64; y también las "epístolas generales o católicas", identificadas por los nombres de Pedro, Juan, Santiago y Judas, aunque no esté nada claro que las escribiesen estos autores, mientras sí que lo está que algunas de ellas son ya del siglo II.

 El libro de los Hechos pretende, pues, hacer el relato del movimiento cristiano y de su propagación hasta Roma, a partir de los sucesos de Jerusalén. Aunque su título parece indicar que en él se va a tratar de lo sucedido a todos los apóstoles, de suyo el libro sólo incluye relatos sobre dos de ellos: sobre Pedro (en los que Juan juega un papel secundario) y sobre Pablo que, aunque, en la iglesia primitiva, se le conocía como "el apóstol", no fue uno de los doce ni tampoco consta evidencia alguna de que conociera a Jesús antes de su muerte, ocurrida, como vimos, entre el año 30 y el 32 dc. 

Originariamente, Lucas pensó el Libro de los Hechos como el segundo volumen de su Evangelio. Los dos volúmenes de su obra están claramente relacionados y son del mismo autor: coinciden en el vocabulario, en los temas y en que cada uno de ellos cuenta con el otro, el evangelio anticipa los Hechos y los Hechos presuponen el evangelio. Es lástima, pues, que, cuando se formó el Nuevo Testamento, los que son para nosotros los cuatro evangelios se colocasen al principio, de manera que el de Juan se adelantara e hiciera necesaria la separación de la obra de Lucas que perdió así su unidad original. 

En este artículo miraré de subsanar este error y trataré a Lucas-Hechos como un relato único y continuo. Así podremos pasar ya, con las ideas un poco más claras, a las epístolas pastorales, a las generales y a esa otra epístola singular que llamamos la Carta a los Hebreos, antes de concluir nuestro viaje por el Nuevo Testamento atendiendo al corpus joánico, que incluye el cuarto evangelio, las tres epístolas supuestamente escritas por él y el libro del Apocalípsis, presuntamente escrito también por el mismo Juan, prisionero en la isla de Patmos. Así pues, una vez justificada la ubicación del Libro de los Hechos en la Biblia cristiana y en esta serie, permitidme que me centre en él.

 He señalado ya la repercusión de la sinagoga y su liturgia en la organización de los evangelios (sobre todo de los tres primeros) y me planteo ahora la cuestión de si el libro de los Hechos encaja o no en este patrón. A favor de ello, tened en cuenta, en primer lugar, que el libro de los Hechos de los Apóstoles tiene casi la misma extensión que los evangelios de Mateo y de Lucas, de modo que, si, tal como he mostrado, éstos se pensaron de manera que los relatos sobre Jesús se ajustaran a la liturgia de los sábados de todo un año, el libro de los Hechos se presta, por su similar extensión, a que también Lucas pensara en una lectura fragmentada del mismo, a lo largo del año litúrgico hebreo. 

Debemos tener en cuenta, además, la práctica de la sinagoga, que siempre incluía, como primera lectura, la de la Torah (Ley o Pentateuco). No obstante, parece que, en los albores de la era cristiana, convivieron dos patrones de lectura de la Torah: el de las sinagogas más tradicionales y el de las sinagogas de la Diáspora. El primer patrón consistía en leer la Torah entera en los Sabats de sólo un año, lo cual significaba una primera lectura muy larga: cinco o seis capítulos de cada uno de los cinco libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). El patrón de las comunidades de la Diáspora, en cambio, contemplaba un ciclo de tres años para toda la Torah. Esto acortaba la lectura de cada Sabat y la hacía más llevadera para los judíos dispersos por todo el imperio, reuniéndose en pequeños grupos y en ciudades de mayoría gentil.

Una vez leída la Torah y probablemente tras el rezo de un salmo, se hacía una segunda lectura, tomada de los libros históricos que los judíos llamaban "los primeros profetas": Josué, Jueces, Samuel I y II, y Reyes I y II. Básicamente, esta parte de la "historia sagrada" relata lo vivido por la nación hebrea tras la muerte de Moisés, su fundador. Para los judíos, estos libros no tenían la misma categoría e importancia, por lo que la exigencia de completar su lectura en un determinado período de tiempo no era tan grande. 

Creo que Lucas concibió el libro de los Hechos en analogía con esta práctica, es decir, con la idea de proporcionar a los cristianos una segunda lectura cuyo objetivo fuese trazar la historia del cristianismo primitivo que, salido desde Jerusalén y fuera ya del ámbito judío, había llegado a Roma y al mundo gentil. Como los libros de los "primeros profetas", el libro de los Hechos era una crónica de la vida del "nuevo Israel" tras la muerte de Jesús, su fundador. Si esto fuera así, deberíamos poder encontrar relatos en los Hechos que fuesen apropiados para las fiestas del año litúrgico de la sinagoga. El primer relato que cumple esta característica está, como ya dije, en el capítulo 2, donde Lucas relata la venida del Espíritu Santo sobre la comunidad. Los judíos consideraban que la Ley era el mayor don que Dios había dado a Israel y los cristianos transformaron el Pentecostés judío en una celebración que conmemoraba lo que ellos creían que era el mayor don que Dios les había hecho: el don del Espíritu. 

Pentecostés, que literalmente significa cincuenta días, también se llamaba Shavuot. Cuando en entregas anteriores examinamos el evangelio de Mateo, ya vimos que, en este día, los judíos celebraban una vigilia de veinticuatro horas centrada en la experiencia del Sinaí, en la que Moisés había recibido la Ley. También vimos entonces que Mateo relacionó esta fiesta con el Sermón del Monte: Jesús era el nuevo Moisés que, desde lo alto de una nueva montaña, da la nueva interpretación de la Torah. Este Sermón proporcionaba material suficiente para cubrir las ocho partes de tres horas, de una vigilia de veinticuatro. Por eso hay ocho bienaventuranzas en el Sermón, así como son ocho los comentarios o elaboraciones a partir de ellas y todo ello confirma que la comunidad de Mateo era tradicionalmente judía y que celebraba Pentecostés de forma bastante ortodoxa.

 También vimos en entregas anteriores que la comunidad de Lucas, la constituían, sobre todo, judíos dispersos y un número creciente de gentiles atraídos por el monoteísmo ético de la sinagoga. Lo que no les atraía a estos prosélitos gentiles era el culto hebreo y, por eso, no les interesaba especialmente la observancia de una vigilia de todo un día. Cuando examinamos el evangelio de Lucas, vimos asimismo que su autor, al llegar al tiempo del Shavuot, se limitó a introducir a Juan Bautista, cuyas palabras anunciaban lo que luego él mismo contaría con más detalle en el segundo capítulo de los Hechos, a través de una nueva visión del Shavuot o Pentecostés ("Yo os bautizo con agua, pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y con fuego, pero yo no soy digno ni de desatarle siquiera la correa de sus sandalias").

 Cincuenta días entre Pascua y Shavuot significa que esta fiesta casi coincide con el séptimo Sabat después de Pascua. Lucas, por tanto, necesitaba seis lecturas antes de Pentecostés. Para ello, en primer lugar, y dado que los relatos en torno a la Resurrección empezaban a proliferar, incluyó tres de ellos en su evangelio. La lectura del Sabat de después de Pascua fue la visita de las mujeres al sepulcro vacío (Lc. 24:1-12). Después, la lectura del segundo Sabat de después de Pascua fue la aparición en el camino de Emaús (24:13-35), que es un relato exclusivamente suyo porque ni Marcos ni Mateo lo tienen, y, por último, el tercer relato fue la primera aparición de Jesús a los discípulos en Jerusalén (24:36-53), en la que les encarga ser sus testigos ante "todas las naciones", antes de separarse de ellos en Betania, cerca de Jerusalén.

 Al cabo de estos tres sabats, la comunidad cristiana primitiva debería cambiar y coger el libro de los Hechos, en el que Lucas había dispuesto tres lecturas más antes de Pentecostés. La primera era la Introducción (Hch. 1:1-5), que establecía la continuidad con el evangelio mediante la acotación de cincuenta días que fue lo que duraron, según Lucas, las apariciones de Jesús resucitado. En segundo lugar, venía el relato de la Ascensión, que ponía fin a dichas apariciones (Hch. 1:6-14), y, por último, venía el relato de la elección de Matías para sustituir a Judas Iscariote y para que el nuevo Israel, como el antiguo, tuviese doce tribus. Esto nos lleva, por fin, al séptimo Sabat y al día de Pentecostés. Justo en ese momento, la lectura es la del relato del Pentecostés cristiano y del don del Espíritu Santo (Hch. 2:1-13). 

Hay otros relatos en el libro de los Hechos que se ajustan a las otras fiestas judías y que vienen, todos ellos, en el orden litúrgico oportuno. Esteban es una figura propia de Rosh Hashanah porque anuncia la venida del reino como antes hiciera Juan el Bautista (Hch. 6:1-8). Yom Kippur, o día de la Expiación, es la fiesta en la que encaja el momento en que el movimiento cristiano empieza a admitir a los gentiles (6:9-15). Shukot, o fiesta de los Tabernáculos, coincide con el momento en que Esteban recuerda el tiempo en que el pueblo judío vivía sin hogar en el desierto (7:1-36). La fiesta de la Dedicación o Hanukkah, que llegaba en pleno invierno, tiene una buena réplica en el relato de la conversión de Pablo en Hechos 9:1-22. La luz de Dios ya no desciende sobre el templo (como en el judaísmo) ni sobre Jesús (cuando la Transfiguración en los evangelios) sino sobre Pablo en el camino de Damasco. 

Por último, cuando entramos en el tramo final de los Hechos, descubrimos que, en muchos detalles, el juicio de Pablo parece una reedición del juicio de Jesús y esta parte debía leerse en el tiempo en el que los judíos cumplían con la Pascua y los cristianos celebraban la Crucifixión. Mi conclusión es, en resumen, que el libro de los Hechos, al igual que los Sinópticos, se escribió como un libro litúrgico y se modeló con vistas a su lectura durante las conmemoraciones principales de la sinagoga, cuyo orden fue siguiendo. Ahora ya estamos listos para ver el contenido de este libro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reseña para "LA FLOR INVERTIDA" - Puntuación: 🌟🌟🌟🌟🌟 5/5

Opinión: Las letras del autor las conocí por su libro "Equipaje Ancestral" que tuve la suerte de ganarlo en un sorteo que realizo,...