sábado, 1 de diciembre de 2018

EL PERÍODO ORAL-John Shelby Spong


John Shelby Spong 


Dónde hallar la historia de Jesús en este oscuro túnel del tiempo, del que no hay nada registrado? Este túnel se inicia con la crucifixión en el año 30 dc y llega hasta la primera epístola de Pablo a los Tesalonicenses, escrita hacia el año 51 dc. De los años de en medio, sólo hay silencio pues no ha sobrevivido ninguna información escrita. Del 51 al 64, sólo disponemos de los escritos de Pablo que, como ya vimos, narra muy poco acerca de lo que Jesús dijo e hizo. Hasta los evangelios, escritos entre los años 70 y 100 dc (o sea, de 40 a 70 años después de su muerte), no hubo un relato coherente sobre Jesús, si bien pocos de los hechos narrados pueden considerarse históricos. Hoy podemos enumerar los libros del Nuevo Testamento en el orden cronológico en que fueron escritos (Pablo, Marcos, Mateo, Lucas y Juan) y ver con facilidad cómo el relato de la vida de Jesús va creciendo y se desarrolla. Por ejemplo, Marcos agrega los milagros, Mateo el nacimiento virginal, Lucas la ascensión cósmica y Juan los discursos de despedida. Sin embargo de los años 30 al 50 no ha quedado nada. Tras haber podido comprobar y hasta fechar, según las fuentes evangélicas, el desarrollo creciente del relato de la vida de Jesús entre los años 70 al 100 dc, no podemos dejar de preguntarnos, ahora, cómo pudo haber crecido el desarrollo del relato durante este túnel de silencio donde sólo hubo, que sepamos, tradición oral que no se puso por escrito. Estos 20 años representan un enorme desafío para los estudiosos. En esta columna, trataré de arrojar algo de luz sobre esta oscuridad.

 Dónde podemos buscar las pistas? Sólo conozco un sitio: los mismos evangelios. Si una cuestión se ha filtrado durante un número significativo de años, ellos tienen que conservar alguna huella. De modo que examinaremos los evangelios en busca de indicios que nos digan qué restos de esas huellas siguen conservando. Tales indicios, por otra parte, no son difíciles de encontrar en los evangelios más tempranos con tal de que sepamos, en cierto modo, qué es lo que buscamos. 

La primera pista, la descubrimos al observar cuán a menudo aparece la palabra «sinagoga» en los evangelios. Encontramos referencias a la sinagoga, o a las sinagogas, once veces en Marcos, nueve en Mateo, dieciséis en Lucas y cinco en Juan. Históricamente sabemos que el movimiento cristiano fue expulsado de la sinagoga en el año 88 dc y que el evangelio de Juan es el único de los cuatro que lo refleja, de modo que tal vez esto explicaría el número menor de referencias que hay en él. Tal como podemos comprobar en los evangelios, el hecho es, que en lo más hondo del desarrollo de la historia de Jesús, subyace inscrita una conexión muy intensa entre el recuerdo que la gente tenía de Jesús y la sinagoga judía.

 La segunda pista es constatar que, antes de que se escribieran los evangelios, ya se había interpretado a Jesús a través de las Escrituras del pueblo judío, presentado como prueba de su cumplimiento y totalmente envuelto en ellas. Hay constantes referencias a estas Escrituras en casi todos los pasajes de los evangelios, especialmente en Marcos, Mateo y Lucas. De hecho, los redactores de estos evangelios cuentan con que los que los lean o escuchen captarán una gran familiaridad entre ellos y las Escrituras antiguas. En el primer versículo de Marcos, el primer evangelio, el autor escribe: Comienzo del Evangelio de Jesucristo; conforme está escrito en los profetas y procede a citar tanto a Isaías como a Malaquías. Después, Marcos pasa a narrar la historia del bautismo de Jesús y presenta a Juan el Bautista como el nuevo Elías. Marcos viste a Juan con pelo de camello y un cinto de cuero, que es la vestimenta de Elías en el Antiguo Testamento, e informa de que la dieta de Juan consistía en «langostas y miel silvestre», es decir, la misma comida que el A.T. nos dice que comía Elías. Por último, Marcos sitúa a Juan Bautista en el desierto, que es donde el A.T. sugiere que vivía Elías. Sólo quienes estuvieran familiarizados con las Escrituras judías podían comprender el alcance de la conexión que así se establecía.

 En el evangelio de Marcos, el hecho de que Jesús alimente a la multitud con cinco panes y dos peces es una evocación del relato de las Escrituras hebreas, en concreto en el libro del Éxodo, en el que Moisés provee de pan para alimentar a la multitud. Todos los milagros que Marcos atribuye a Jesús están estrechamente relacionados o con los milagros atribuidos a personajes relevantes del Antiguo Testamento, como Moisés, Elías y Eliseo, o con las curaciones milagrosas que Isaías anuncia que acompañarán la llegada del Mesías. De nuevo: sólo una audiencia familiarizada con estas fuentes reconocería su procedencia original y qué era lo que Marcos estaba tratando de transmitir. 

Cuando nos volvemos hacia el segundo evangelio, vemos que Mateo es quien agrega el relato del nacimiento milagroso de Jesús a la tradición que se está desarrollando, y descubrimos también que, en sus capítulos iniciales, Mateo sugiere que todo lo que le sucedió a Jesús en su infancia fue en cumplimiento de los profetas. Por qué nació de una virgen? Para cumplir las palabras de Isaías que Mateo cita inmediatamente después. Por qué nació Jesús en Belén? Para cumplir las expectativas del profeta Miqueas, al que cita Mateo. Por qué el malvado rey Herodes vino a Belén y mató a los niños menores de dos años? Para cumplir la profecía de Jeremías según la cual, Raquel, una de las madres fundadoras de la nación judía, lloraría por sus hijos que perecieron. Por qué José huyó a Egipto con María y el niño? Para cumplir la profecía de Oseas, quien, según cita Mateo, anunció que Dios llamaría a su hijo de Egipto. Incluso el siguiente viaje, de Belén a Nazaret, ocurrió, según Mateo, para que se cumpliera lo dicho por los profetas.

 Cuando nos fijamos en Lucas, continúan estas mismas pautas. Lucas se limita a copiar de Marcos gran parte de su narración, referencias incluidas, pero, cuando agrega algo suyo, también se trata de algo tomado de las Escrituras hebreas. Sólo Lucas narra la sanación de los diez leprosos, uno de los cuales un samaritano era extranjero; lo cual es una reminiscencia clara para alguien familiarizado con los Escrituras de la curación por Eliseo de un extranjero enfermo de lepra, Naamán el sirio, en el Libro II de los Reyes. También Lucas es el único que cuenta la historia de Jesús levantando de la muerte al único hijo de una viuda, en el pueblo de Naím; historia claramente moldeada para adaptarse al relato de Elías levantando de la muerte al único hijo de una viuda en el Libro I de los Reyes.

 Hay un sinnúmero de otros ejemplos sobre cómo la memoria de Jesús, en el tiempo en que se escribieron los evangelios, quedó inmersa en el contexto de las Escrituras judías. La pregunta es: dónde y cuándo pudo darse esta fusión entre el recuerdo de la vida de Jesús y las Escrituras de los judíos? La respuesta sólo puede ser: en la sinagoga, durante las celebraciones! Por qué? Pues porque sólo en la sinagoga la gente podía escuchar la lectura, la enseñanza, la exposición y desarrollo de las Escrituras. Sólo en el entorno de la sinagoga había una familiaridad suficiente con las Escrituras que permitiera que luego los lectores de los evangelios comprendieran que si estas historias judías habían podido adaptarse, una tras otra, en torno al recuerdo de Jesús era porque éste cumplía las expectativas del pueblo judío. 

El siguiente paso, en este proceso de búsqueda, es imaginarnos, a nosotros mismos, inmersos en la experiencia de las personas que vivían en el mundo del siglo I. Entonces, el panorama se verá muy claro. La imprenta aún no se había inventado. Los libros eran escasos porque eran costosos. Cada libro se debía copiar a mano. Por consiguiente, los individuos no poseían Biblias personales. No había ejemplares de Biblias en las posadas ni en las habitaciones de los hoteles. Para la gente del siglo I, la única posibilidad de familiarizarse con la historia sagrada judía era asistir a la sinagoga y escuchar la lectura de las Escrituras. Usar estas Escrituras para interpretar la vida de Jesús era algo que sólo podría haberse hecho en la sinagoga. Por eso podemos concluir, con bastante seguridad, que, en el período silencioso que llamamos período oral, el recuerdo de Jesús, que incluye lo que dijo, lo que hizo y lo que se contaba sobre él, sólo pudo recordarse, reafirmarse y transmitirse en la sinagoga.

 Añadamos a esta primera conclusión la tradición, confirmada en los evangelios, que sugiere que la vida de Jesús se interpretó y se vivió interiormente, a través de los grandes acontecimientos conmemorados en la liturgia judía. Cuando hacemos esta conexión, obtenemos otra pista igual de importante, que ya retomaremos. Todos los evangelios, por ejemplo, narran la historia de la crucifixión de Jesús sobre el trasfondo de la celebración de la Pascua judía. El relato de la transfiguración contiene ecos y referencias de la celebración de la fiesta de la Dedicación o Hanukkah. Y, en la narración de Juan el Bautista, con la que Marcos abre su evangelio, hay numerosos apuntes de la fiesta del Rosh Hashaná.

 El recuerdo de Jesús no se transmitió de forma individual. Refleja, más bien, la  presencia de la comunidad de la sinagoga, unida en adoración. En la liturgia de la sinagoga del primer siglo, sólo se hacía una única y larga lectura de la Torá, es decir, de Ley, o libros de Moisés. Luego se hacía una lectura de lo que los judíos llamaban los «profetas anteriores» (de Josué a Reyes); y, finalmente, de lo que ellos llamaban los «profetas posteriores» (de Isaías a Malaquías). Llegados a este punto, el líder de la sinagoga preguntaba, en voz alta, si alguien quería compartir algún mensaje. Algunos de los seguidores de Jesús, en pie, relacionarían sus recuerdos de Jesús con las lecturas de aquel Sabbat. De esta manera, la historia de Jesús debió de recordarse, de Sabbat en Sabbat, y año tras año, hasta que aparecieron los evangelios, entre 40 y 70 años después de la vida de Jesús.

 Así, cuando enfocamos la luz de la sinagoga y de su calendario de lecturas y de conmemoraciones, sobre el oscuro y misterioso primer período oral del cristianismo, la oscuridad de lo desconocido se desvanece de repente y comenzamos a entender que los evangelios son el producto de lo acontecido en la sinagoga. Esta pista nos abrirá una rica veta de interpretación que descubriremos a medida que desarrollemos esta serie sobre el Nuevo Testamento. 

Pablo fue la primera persona que rompió este silencio con las epístolas suyas que aún conservamos. Por esto iniciamos nuestro estudio del contenido del Nuevo Testamento con la persona de Pablo. Cuando él escribió sus cartas, los seguidores de Jesús aún participaban en la sinagoga. La iglesia como institución independiente no había nacido todavía. Los «seguidores del camino», tal como entonces la gente llamaba a los cristianos, eran un desafío para las tradiciones de los judíos. Pablo comenzó su vida como un rabioso oponente frente a este desafío. 

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