martes, 4 de diciembre de 2018

LA RESURRECCIÓN SEGÚN PABLO E N 1 ª CORINTIOS–John Shelby Spong


 John Shelby Spong


La narración escrita más antigua que conservamos de la Resurrección es la de Pablo a la comunidad de Corinto, que es de alrededor de los años 54 o 55. Es una narración muy parca en datos pero, al mismo tiempo y por eso mismo, muy sugerente. Para entender su significado plenamente, debemos desterrar de nuestra mente la idea de la Pascua formada según los Evangelios, que es la tradicional. La razón es muy simple: cuando Pablo escribió esta carta, los Evangelios aún no se habían escrito. Es más, Pablo murió sin saber que existía algo así como un Evangelio. Por eso, para llegar a lo que pretendo con esta columna, debemos desprendernos de la influencia de unas ideas y representaciones que Pablo ignoró y nunca escuchó. Porque, en efecto, para entender lo que significó la Resurrección para Pablo, necesitamos situarnos, ustedes y yo, dentro del marco de referencia de una generación de cristianos anterior a la aparición de cualquier Evangelio, pues no olvidemos que el primero, el de Marcos, es de hacia el año 70. 

Para hacer patente lo minuciosa que debe ser esta limpieza, debemos tener en cuenta que, en los escritos de Pablo, no hay referencia alguna a una tumba especial, en un jardín determinado, perteneciente a un tal José de Arimatea; ni a una piedra sepulcral corrida a un lado, ni a ningún mensajero ni ángel que anuncie la Resurrección, ni tampoco a unas mujeres llevando ungüentos al sepulcro, al amanecer del primer día de la semana. Pablo no escribe ninguna narración detallada como la de Mateo, que sitúa a Jesús resucitado en la cima de un monte de Galilea para comunicar una misión universal (Mt 28, 16-20); ni conoce un relato como el de Lucas sobre dos discípulos de camino a Emaús, a los que les alcanza un desconocido que luego resulta ser Jesús; ni tampoco conoce la historia de una aparición del resucitado en ausencia de Tomás, de la duda subsiguiente de éste y de su posterior confesión: Señor mío y Dios mío (Jn 20, 24-29).

 Pablo sólo nos proporciona una lista de aquellos a los que él atribuye haber visto al Jesús resucitado. En Pablo no hay signos sobrenaturales que acompañen ni la crucifixión de Jesús ni su resurrección. Pablo no sabe nada de unas tinieblas que duraran desde las doce hasta las tres de la tarde del día de la crucifixión; ni hay en él mención a terremotos; ni contexto eucarístico en la Resurrección, ni una Ascensión. Si todo esto hubiese formado parte de la historia real, tendríamos que concluir o bien que a Pablo no le interesaron o bien que no las conoció o bien que estas tradiciones se elaboraron después de la muerte de Pablo y no eran históricas. A medida que aparecen estas conclusiones, la visión tradicional de los relatos de la Resurrección como descripciones literales comienza a desvanecerse. Pablo nos proporciona la más temprana visión que podemos tener del primer cristianismo, y ésta es bastante reveladora e incluso preocupante ya que cuestiona lo que, hasta ahora, se ha considerado un saber cristiano común.

 Cuando Pablo pasa a hacer una relación de los testigos clave a los que, según él, se manifestó Cristo resucitado, entonces nos introduce en un mundo intrigante pues el listado nos hace cuestionar nuestras creencias. Fue la Resurrección de Jesús un acontecimiento físico que sucedió dentro de unos límites temporales; algo que se hubiera podido documentar de forma literal y observable, como un suceso histórico? No lo creo. En realidad, Pablo afirma en su Carta a los romanos (escrita unos cuatro años después de la 1ª a los Corintios) que fue en la misma Resurrección cuando Dios consagró a Jesús como Hijo de Dios. Pablo sería hereje por afirmar que Dios elevó a Jesús a la categoría divina en el momento de la Resurrección y no antes según los parámetros de la teología nicena, del siglo IV. Esta afirmación se consideró adopcionista y se condenó en el Concilio de Nicea por implicar una visión incompleta de Jesús. Nuestro estudio nos lleva, por tanto, a explorar un misterio bien profundo: la naturaleza misma de Jesús.

 Pablo comienza la relación de testigos con Cefas, es decir, el sobrenombre arameo del discípulo llamado Simón. La tradición sugiere que Jesús lo llamó Piedra (piedra en arameo es kefa y Cefas es por tanto el sobrenombre arameo de Simón, mientras que piedra en griego es petros, por lo que Pedro es el sobrenombre griego de Simón). Pablo siempre llama a Pedro Cefas y no hay nada de extraño en que Cefas aparezca el primero de la relación. Siempre se consideró a Simón la cabeza del grupo de discípulos, aunque nos podemos preguntar si este papel relevante en los acontecimientos de la Resurrección no fue fruto de una relectura posterior, dado el papel de Simón en la Iglesia primitiva. Nunca lo sabremos con seguridad pero lo que sí sabemos como cierto es que la primacía de Pedro es un hecho ya en tiempo de Pablo y también durante el periodo en que se escribieron los Evangelios. En Marcos, el mensajero que anuncia la Resurrección a las mujeres dice: decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro (Mc 16,7); Pedro es quien habla y confiesa que Jesús es el Cristo en Cesarea de Filipo (Mc 8, 29); y Lucas hace que Jesús afirme que rezará por Pedro para que cuando se convierta, afiance a sus hermanos (Lc 22, 32). 

En la lista de Pablo siguen los Doce, expresión asombrosa por dos motivos. En primer lugar porque, aunque el número de doce es constante para contar a los discípulos en los Evangelios, éstos no se ponen de acuerdo en quiénes constituyen dicho grupo. Marcos y Mateo tienen una lista y Lucas y Hechos tienen otra. Juan ni siquiera los enumera y encima se refiere a otros que no están en las listas anteriores, como Natanael, que para él es central en el movimiento encabezado por Jesús. Es muy probable que el número doce tenga más importancia como símbolo que por indicar las personas que constituían un determinado grupo cercano a Jesús. La segunda cosa asombrosa de la expresión de los Doce en Pablo, es que, al parecer, Judas era aún uno de ellos. Esto indicaría que Pablo nunca oyó que uno de los Doce fue un traidor. La traición que envuelve a Judas Iscariote parece no haber formado parte de la primitiva historia cristiana. Cuando Judas aparece en los Evangelios, forma parte de una elaboración literaria, síntesis de todos los traidores judíos, y esto sugiere la posibilidad de que no fuese un personaje histórico.

 Luego, Pablo dice que Jesús resucitado se apareció a quinientos hermanos a la vez. No hay nada en ningún Evangelio que proporcione una pista sobre esta afirmación. A principios del siglo XX, un especialista en Nuevo Testamento intentó establecer una conexión entre esta aparición a quinientos hermanos y la experiencia de Pentecostés descrita en el Libro de los Hechos, pero esta hipótesis no se ha consolidado.

 Pero la lista se torna más extraña a medida que aumenta. Pablo continúa y dice que el siguiente al que Jesús se apareció fue a Santiago. Pero, quién es este Santiago? Es Santiago, el hijo de Zebedeo, es Santiago, el hijo de Alfeo, o es Santiago, el hermano del Señor? Los tres aparecen en la primitiva historia cristiana. Por eliminación, parece que Santiago, el hermano del Señor, es el más probable. A Santiago, el hijo del Zebedeo, según Los Hechos de los Apóstoles (12, 1), lo ejecutó Herodes en los primerísimos años del movimiento cristiano. Y Santiago, el hijo de Alfeo, es un completo desconocido que no se vuelve a nombrar en ningún escrito cristiano fuera salir en una de las listas de los doce discípulos. En cambio, Santiago, el hermano del Señor, juega un papel importante en los primeros años del cristianismo. Pablo se dirige a él en su Carta a los gálatas. Él es el que parece ser el jefe de los cristianos de Jerusalén cuando Pedro sale de viaje. Y él es el que se empeña en que los gentiles tienen que hacerse judíos antes de convertirse en cristianos. Por eso la mayoría de los especialistas se inclina a pensar que Pablo se refiere a él en esta lista. Lo temprano de su mención por Pablo refuerza, de paso, lo siguiente: que la idea de que Jesús no tuvo ni hermanos ni hermanas fue muy posterior, de cuando se intentó afianzar la creencia en la virginidad perpetua de la madre de Jesús. El evangelio de Marcos, el primero que se escribió, menciona los nombres de cuatro hermanos de Jesús: Santiago, José, Judas y Simón (Mc 6, 3), y, más adelante, añade que Jesús tuvo dos hermanas, cuyo nombre no da. 

El siguiente elemento de la lista añade más misterio al conjunto: entonces dice Pablo se apareció a todos los apóstoles. Quiénes eran? Como Pablo no suele repetirse y ya ha hablado de los Doce, parece que era un grupo diferente y que la distinción entre los Doce y los apóstoles era clara para Pablo aunque desapareciera después, cuando se escriben los Evangelios. 

Pero el último nombre de la lista es el más fascinante: Por último, como a un aborto, se me apareció también a mí, dice Pablo. Pablo hace la asombrosa declaración de haber sido testigo de la Resurrección y de que esta experiencia fue idéntica a la de todos los demás de la lista. La única diferencia es que fue la última. La pregunta es cuán tardía fue?

 A comienzos del siglo XX, Adolf Harnack, famoso historiador de la Iglesia, hizo un estudio sobre esto y concluyó que la conversión de Pablo tuvo que ocurrir entre uno y seis años después de la Crucifixión. Nadie ha rebatido esta afirmación. De modo que si esto de Harnack es exacto, y yo creo que lo es, tenemos que concluir que Pablo entendió la Resurrección de un modo muy diferente al que se narra en los Evangelios. Para Pablo la Resurrección no fue el hecho de un hombre muerto que sale de una tumba y regresa al mundo al poco de haber fallecido. No es la reanimación física de un cadáver que lleva tres días muerto. Un muerto resucitado no espera de uno a seis años para hacer su última aparición. Lucas mismo pone un final para las apariciones cuando sitúa la Ascensión cuarenta días después de la Resurrección. Para Pablo, por tanto, la Resurrección significó algo diferente, en los primeros años del cristianismo. Cuando se escriben los Evangelios (entre los años 71 y 100 dc) la idea y la representación de la Resurrección había evolucionado, desde un casi silencio de Marcos, hacia algo bastante físico, efecto de historias que se contaban sobre un Jesús resucitado, con un cuerpo reanimado y que fisiológicamente funcionaba, pues andaba, hablaba, comía, bebía e interpretaba la Escritura. Ahora bien, Pablo, sin duda, no la entendía así. Qué significó la Resurrección para Pablo? Podemos recuperar este sentido original de la Pascua?.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Reseña para "LA FLOR INVERTIDA" - Puntuación: 🌟🌟🌟🌟🌟 5/5

Opinión: Las letras del autor las conocí por su libro "Equipaje Ancestral" que tuve la suerte de ganarlo en un sorteo que realizo,...